¿QUÉ PIDE DIOS DE LA MUJER? (5)

“Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5).
 
Lectura: Tito 2:6-8.
 
Dios pide a la mujer mayor que su comportamiento sea reverente.
 
            Todas las cosas que pide Dios de la mujer son para su refinamiento, para que sea aún más hermosa, tanto por fuera, como por dentro, para que tenga más dignidad, y para que tenga una vida provechosa. Así es como la mujer se realiza, haciendo las cosas de mujer. Aunque sea capaz de hacer muchas de las cosas que hace el hombre, su realización no está en ello. Y si las hace a expensas de las cosas que son netamente para la mujer, nunca se va a realizar. Se quedará frustrada.
 
            “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte”. Se viste con modestia y se conduce con dignidad porque Dios está en ella y con ella. Es reverente cuando está cocinando, limpiando, y hablando con el marido y sus amigas, porque todo esto lo hace en la presencia de Dios y para Él. De esta manera el trabajo de casa llega a ser sagrado, y las conversaciones con el marido, los hijos y las amigas, tiempos de comunión, edificación y bendición. “Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él” (Col. 3:17). “Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua” (Prov. 31:26). La mujer mayor madura en la fe vive delante de Dios. Esta manera de vivir es el resultado de años de práctica, disciplina, y arrepentimiento por cada vez que sale de la presencia de Dios para vivir según la carne y no según el Espíritu.
 
Dios pide a la mujer mayor que no sea chismosa.   
 
“No calumniadoras”. Cuando una mujer es mayor, tiene la tentación de ser calumniadora, porque a la mujer le gusta hablar, y conoce a mucha gente, tiene criterio, y se da cuenta cuando lo que hacen no es lo correcto. Tiene que pararse en seco cuando está a punto de criticar a alguien. Dios no quiere que hablemos mal de nadie. Todo lo que vemos de mal en otros que nos afecta personalmente, hemos de llevarlo al Señor en oración pidiendo gracia y ayuda para esta persona. La mujer mayor espiritual es misericordiosa. No quiere destruir la reputación de nadie, ni de los que le han hecho daño: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5: 44, 45). Ser hijos, o en este caso, ser hijas de Dios, significa parecernos a Él, reflejar su imagen, que se vea que somos de la Familia. Ser como nuestro Padre es perfeccionar su imagen en nosotras, y esto nos embellece. Una mujer controlada, discreta y prudente es hermosa.    


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