“Pero (la mujer) se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación, con modestia” (1 Timoteo 2:15).
Lectura: 1 Tim. 2:9-15.
La cuestión que estamos planteando, “¿Qué pide Dios de la mujer?”, se trata con poca frecuencia en nuestros círculos porque suele provocar reacciones fuertes, y por muchos otros motivos. Normalmente no nos hacemos esta pregunta, ni los hombres, ni las mujeres, porque nos suena a legalismo. Tampoco somos muy exigentes con nosotros mismos. Tenemos la idea de que somos salvos por gracia y, por tanto, que Dios no nos exige nada. Normalmente no escrudiñamos las Escrituras para ver lo que Dios pide de nosotros para ver si lo estamos cumpliendo, sino, más bien, para encontrar palabras de consuelo y promesas que nos levanten el ánimo. Otro motivo es que hablar en estos términos no es políticamente correcto, en absoluto. Suscita mucha polémica. ¡No convoca a multitudes a asistir a charlas sobre estas cuestiones! Muchas personas piensan que toda esta temática está desfasada. Así que, por todos estos motivos vemos que estamos atravesando un campo minado. A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, y, sobre todo, si va contra corriente, no le apetece ya que exige la crucifixión de nuestra carne para hacerlo, como es el caso presente.
Entonces, ¿por qué hablamos de ello? Porque partimos de la base de que Dios es amor y que Él sabe lo que nos conviene; porque es nuestro Creador, y nos hizo para funcionar de cierta manera; porque amamos y respetamos su Palabra y tenemos la intención de cumplirla; y, porque, debido a lo que Jesús hizo por nosotros, ¿cómo no vamos a cumplir con lo que pide de nosotros, como Pablo argumenta en Romanos 12:1, 2: “Así que hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional, y no os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Su buena voluntad, hermanas, es lo que estamos analizando en 1 Timoteo 2, que, de hecho, es probablemente el texto más controvertido en cuanto a la mujer. ¡En un estudio de las epístolas de Pablo al que la que escribe asistió, el que lo dirigía se saltó olímpicamente este capítulo por no estar de acuerdo con el apóstol Pablo! No es difícil de comprender, pero es muy difícil de cumplir. Que el Señor nos dé la humildad y la valentía de someternos a las instrucciones que el apóstol recibió del Señor Jesús. Aquí en 1 Tim. 2:15 tenemos cinco. Vamos por partes:
- Dios pide a la mujer que tenga hijos.
Tener hijos es un deleite. Dios nos hizo con esta finalidad (Gen. 1:28). En circunstancias normales no hay nada que más apetezca a la mujer que tener hijos. Es lo que más satisfacción y felicidad nos da. Los ejemplos bíblicos de mujeres que no podían tener hijos muestran cuánto sufrimiento trae esta imposibilidad. Raquel dijo a su marido Jacob: “Dame hijos, o si no, me muero” (Gen. 30:1). A la mujer moderna, que antepone su carrera a su familia, le cuesta entender esto. Nuestra sociedad no anima a la mujer a ser madre de una familia numerosa. Tener hijos y criarlos cuesta mucho sacrificio, pero justo en esto está nuestra santificación. Cuanto más nos sacrificamos por otro ser humano, más crecemos para ser como el Señor Jesús que hizo lo mismo.
Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.