“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza… Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génisis 1:26, 27).
Lectura: 1:26-28, 31.
¿Por qué, pues, hizo Dios a la mujer? ¿Por qué hizo falta? ¿Qué necesidad hubo para crear a la mujer que el hombre no podía satisfacer? Aquí nos metemos en un terreno que requiere mucha meditación y análisis de la Escrituras para sacar una respuesta que vaya en consonancia de todo lo que ellas revelan acerca de la naturaleza y los propósitos de Dios. Vamos a sugerir, basadas en nuestro entendimiento, algunas respuestas: La mujer existe para reflejar la imagen de Dios, las cualidades de Dios que se ven más claramente en la mujer; existe para modelar, juntamente con el hombre, la relación que existe entre el Padre y el Hijo; existe para entender aspectos de Dios que una mujer es más cualificada para entender; existe para servir a Dios conforme a la naturaleza de la mujer; y existe para adorar a Dios de forma femenina, como solo lo hace una mujer. Vamos por partes.
Un primer motivo por el cual Dios hizo a la mujer era para hacer su parte en reflejar la imagen de Dios. Según el texto que hemos leído, “Hagamos al hombre a nuestra imagen”, vemos que hicieron falta los dos sexos para representar su imagen. Hay unas cualidades de Dios que están más claramente marcadas en el hombre y otras que se ven más claramente en la mujer. A grandes rasgos, el hombre es proveedor, sustentador, iniciador, protector y líder, como lo es Dios. En general, la mujer es más tierna, dulce, compasiva, hospitalaria, relacional, comunicativa, sentimental y romántica. Ella empatiza, cuida y nutre. Dios tiene todas las cualidades nombradas además de ser amor. Él ama de las maneras que son más propias del hombre a la vez que ama de las maneras que son más propias de la mujer. Tanto el hombre como la mujer son imprescindibles para reflejar cabalmente la imagen de Dios. Sin la mujer, esta imagen es incompleta. Ambos fueron creados de la mano de Dios y para la gloria de Dios. Ambos son de igual valor, pero diferentes en función, creados con distintos fines.
El hombre es fuerte, la mujer es bella. Dios es tanto fuerte como hermoso: Dios es “el Fuerte de Jacob” y “la Roca de Israel” (Gen. 49:24). El salmista quería contemplar “la hermosura de Jehová” (Salmo 27:4). Cristo es “el más hermoso de los hombres” (Salmo 45:2). El rey David como valiente y poderoso guerrero refleja su fuerza, y su hermosa esposa Abigaíl refleja la hermosura de nuestro Señor. En la reina Ester sus cualidades femeninas la hacen tan bella por dentro como lo era por fuera. En cambio, la mujer admirada por la sociedad de hoy es competitiva, emprendedora, fuerte y lidera al igual que el hombre, pero a la medida que se van perdiendo sus cualidades femeninas, se empobrece la imagen de Dios en la mujer, se pierde parte de la creación de Dios, la mujer femenina, y la incapacita para proyectar al mundo la ternura, dulzura y compasión de Dios. La sociedad de hoy es unisex con muchas variantes y un concepto muy nebuloso de Dios. Compete a la mujer proyectar fielmente un concepto más exacto de la hermosura de nuestro Dios.
Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.