“Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jer. 9:24).
Lectura: Jer. 9:23, 24.
La mujer existe para entender a Dios en los aspectos que coinciden con Su imagen en la mujer. La imagen de Dios en la mujer es muy rica en facetas. Ella, generalizando mucho, entiende ciertas emociones de Dios mejor que el hombre. Dios es emotivo y la mujer también los es. Ella entiende el corazón roto de Dios. Una mujer respondió en oración con estas palabras profundamente sentidas meditando en el primer capítulo de Lamentaciones que versa sobre la caída de Jerusalén en tiempos del profeta Jeremías: “Padre, pensamos en todas las veces que has tenido que sufrir humillaciones por causa nuestra: cuando las otras naciones creían que Tú fuiste derrotado, lo tuviste que soportar. Tuviste que soportar la destrucción de tu templo. Tuviste que soportar la dureza de los corazones de tu pueblo, y verlos en condiciones que ningún padre jamás desearía para sus hijos. Pensamos en Jesús y cómo lloraba sobre Jerusalén viviendo los sentimientos de Dios en carne humana. con el corazón igualmente destrozado. Tú has llorado sobre nuestros corazones, nuestra ceguera y nuestra tozudez. Tú habías estado feliz viviendo en medio de tu pueblo en una tienda, y luego en el templo, y ahora todo estaba destruido”.
La mujer entiende el dolor de Dios por su pueblo, porque ella sufre por sus hijos y entiende el sufrimiento de Dios por los suyos. Entiende el dolor de Dios al verlos ir a la esclavitud. Tenemos el ejemplo de la viuda con los dos hijos a punto de ser vendidos a la esclavitud (2 Reyes 4). Tener hijos es un deseo innato en la mujer. Ella entiende el dolor producido por la esterilidad, dolor que Dios sufre cuando su Iglesia no se reproduce. En la Biblia tenemos el ejemplo de la lucha con la esterilidad en Sara, Rebeca y Raquel. La última dijo: “Dame hijos, o si no, me muero” (Gen, 30:1). Efectivamente, murió al dar a luz, como el Señor Jesús. Dios quiere tener hijos. Dios ha sufrido traición, desamor, desencanto, decepción, la rebeldía de sus hijos, y su desobediencia. La mujer entiende la experiencia y se identifica con sus emociones. Cuanto más ha sufrido al dar a luz a sus hijos y criarlos, más entiende lo que Dios ha sufrido con los suyos. Las que han perdido a hijos entienden de manera muy profunda el sufrimiento de Dios en la muerte de su Hijo.
Dios es un Ser relacional, como la mujer. No trabajó a solas en la Creación, sino que dijo: “Hagamos al hombre”. ¿De quién fueron las manos que recogieron la tierra y formaron al hombre? ¿Y quién sopló vida en sus narices? La mujer es sociable como Dios, comunicativa y busca contacto. Ella disfruta formando parte del proyecto de su marido. Es sensible ante las necesidades de la gente. Se identifica con el dolor ajeno. Ella es nostálgica como Dios quien la hizo. Dios se estremece cuando se acuerda de los tiempos antiguos con Israel en el desierto: “Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada” (Jer. 2:2). El señor Jesús dice: “Has dejado tu primer amor” (Apoc. 2:4), y sufre. En seguida la mujer entiende y se identifica con Dios en todos estos aspectos de su Ser.
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