“Tentaron a Dios en su corazón” (Salmo 78:18).
Lectura: Salmo 78:17-22.
Tentar a Dios es ponerlo a prueba, es forzarlo a actuar. Los israelitas pusieron a Dios a prueba en el desierto diciendo que, ya que les había provisto con agua de la peña, a ver si también podría proveer pan y carne para su pueblo. Es hacerlo actuar para mostrar que es capaz de hacer lo que piden. Viene a ser como la mujer que dice: “Señor, ya que me diste un hijo, a ver si me puedes dar otro”. O, “Señor, supliste mis necesidades ayer, ¿eres capaz de hacerlo hoy también?”.
También en el desierto el diablo tentó a Jesús a poner a Dios a prueba. Le dijo: “Échate abajo”, a ver si Dios manda un ángel a cogerte en el aire. Jesús le contestó: “No tentarás al Señor tu Dios” (Mat. 4:7). Tentar a Dios es obligarlo a actuar. Es de todo desaconsejable, porque Dios responderá, y no nos va a gustar lo que hará.
Una joven creyente, contra todo consejo de su iglesia, ha decidido casarse con un hombre que no es creyente. Su razonamiento es: “si Dios quiere que le sirva en el día de mañana, salvará a este joven”. Va a confiar en la misericordia de Dios, pero ¡obliga a Dios a actuar desobedeciéndolo! No puede desobedecer la Palabra de Dios, a sus padres y a sus pastores, y luego confiar en que Dios vaya a salvar a su entonces marido, con el argumento de que Dios es misericordioso. Esto es poner a Dios en contra de Sí mismo: Dios no puede bendecir lo que Él mismo ha prohibido. Lo está provocando para que la castigue para que se arrepienta como expresa este himno basado en el Salmo 78:17-22.
¿Vamos a ser rebeldes y tentar a nuestro amado Señor?
¿Vamos a ser infieles y volver a los ídolos aborrecidos?
¿Queremos que Dios en su ira deje de bendecirnos,
Y retire su defensa, dejándonos duramente castigados?
Oh, guárdanos, Dios nuestro, y sella cada corazón,
Para que seamos fieles y nunca nos apartemos;
Que Jesús nuestro Pastor sea amado y adorado, y
Obedecido con devoción como nuestro único Señor.
“Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra” (Salmo 103:17-18). Este salmo lo expresa muy claramente: “la misericordia de Dios es para los que le temen y obedecen sus mandamientos”. Esta es una promesa maravillosa para el creyente que teme a Dios, que guarda su pacto y que anda en obediencia a sus mandamientos. Dios le mostrará misericordia a él y a su descendencia también, pero no hay ninguna promesa de misericordia para el que lo desobedece deliberadamente. “¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera” (Romanos 6:2). Pablo responde diciendo que el deseo de continuar en el pecado es no entender esta gracia abundante y despreciar el sacrificio de Jesús. Temer a Dios es muy sano, pero desobedecerlo es insensato.
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