“Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Más el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:9-14).
Lectura: Mateo 24:3-6.
Job ganó su batalla, pero la guerra continuó, y ha llegado hasta nuestros días. Ahora el blanco del enemigo no es Job, sino tú y yo. Pretende quitarnos del Camino que nos conduce al Cielo, o al menos, que lleguemos derrotados. En estos días en que se acerca el fin y la venida del Señor, la batalla se intensifica. Muchos se apartan. Las iglesias se enfrían. La sana doctrina se pierde y la carnalidad aumenta. Más que nunca, hemos de velar.
“Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor. Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis. ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón; Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 24:42-51).
Alma mía, ¡de guardia!; diez mil adversarios se levantan,
y huestes de pecado te rodean para que no llegues al cielo.
Oh, vela y lucha y ora, no te rindas nunca en la batalla;
Renuévala con valentía cada día, e implora la ayuda divina.
Nunca pienses que la victoria ya se ganó, ni guardes tu armadura;
Tu arduo trabajo no estará terminado hasta que obtengas tu corona.
Sigue luchando, alma mía, hasta que la muerte te lleve a tu Dios;
Te recogerá con tu último respiro y te llevará a su bendito hogar.
George Heath, 1750-1822
El Señor está a las puertas. Hemos de velar. Pero hay uno que nos distrae con consideraciones menores, y nos despistamos. Nos tienta a pecar, y caemos. Nos llena de preocupaciones, y apartamos la mirada de Dios. Tenemos mucho que hacer, y olvidamos que lo más importante que tenemos que hacer es orar y velar. Hagámoslo.
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