“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo; Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20).
Lectura: 2 Cor. 5:17-6:1.
De la misma manera que la gente reaccionaba ante Jesús, o para su salvación, o para su condenación, así reaccionan ante nosotros, si somos fieles embajadores. Recibiremos un trato parecido al que tuvo Él. Nuestra intervención en la vida de otros, o bien los prepara para el cielo, o bien hace patente que merecen el infierno. Como decía el apóstol Pablo: “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” (2 Cor. 2:16) ¿Quién está a la altura de representar a Cristo de esta manera? Pablo mismo contesta: “No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios, el cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto” (2 Cor. 3:5, 6).
Vamos a poner unos ejemplos. Una hermana conoció a una señora con dos hijos, ningún marido y sin recursos. Sintió pena por ella y decidió ayudarla con sus problemas de alojamiento. Ofreció llevarla a ella, a sus hijos y todas sus pertenencias en su coche a una ciudad distante donde la mujer había alquilado un piso. Después de un día entero de viaje llegaron al nuevo piso que la mujer había buscado sin informarse antes de su estado. Resulta que no era habitable. Ni siquiera tenía luz. Los niños estaban agotados, hambrientos y malhumorados y ya era de noche. Tuvieron que buscar otro sitio donde dormir. Después de una lista de desastres la hermana terminó por llevarlos otra vez a su casa, que fue otro desastre. Esta saga duró semanas. Los niños mostraron ser mal educados e insoportables. Maltrataban a la hermana. Cuando ella dijo que tendrían que establecer unas normas de convivencia, la mujer se puso furiosa, y, de repente, ¡tenía recursos! Llamó a un exnovio que vino enseguida y sacó todas sus cosas de la casa, y la mujer y los niños desaparecieron sin despedirse ni agradecer nada de lo que la hermana había hecho por ellos; al contrario, echaban pestes de ella. La mujer en cuestión dice ser creyente.
Otras personas pueden contar historias parecidas de gente que pretende ser creyente y se aprovechan de otros, desaparecen sin pagar sus deudas, y calumnian a la persona que los ayudó. Una mujer ofreció alojamiento a una mujer destituida y, después de quedar en su casa durante mucho tiempo, ¡se marchó llevando consigo al marido de la hospitalaria! ¿Cómo han respondido algunas personas a tu testimonio, a tu predicación del Evangelio, o a tu ayuda? A lo mejor puedes contar experiencias dolorosas que provocaron muchas lágrimas. Puede ser que te agotaran. O tal vez te causaran problemas legales. Otros respondieron con gratitud. Como nos han tratado a nosotros revela el estado de su corazón, si realmente conocen al Señor, si temen a Dios y quieren conocerlo. En el Día del Juicio todo lo que no ha sido confesado y puesto en orden delante de Dios saldrá a la luz. Todo lo que no ha sido puesto a la cuenta de Cristo y pagado por Él, lo tendrán que pagar ellos, y algunos, eternamente. Lo nuestro es hacer lo que Dios pide de nosotros, conscientes de que la manera a como ellos responden frente a nosotros es su respuesta delante de Dios. ¿Quién es suficiente para estas cosas?
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