“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).
Lectura: Mat. 7:22-23.
Hay muchas personas que piensan que son cristianas, pero que no han entendido bien, ni el evangelio, ni el coste que hemos de pagar si somos creyentes de verdad. En el versículo citado arriba el Señor Jesús da una solemne advertencia contra aquel error para que nadie llegue al Día del Juicio dando por sentado que va a conseguir un resultado, cuando, a la hora de la verdad, sea otro. Se equivoca grandemente el que piensa que:
- Creer en Jesús significa reconocer que soy pecador y creer que Él murió por mí, sin nunca haber estado bajo convicción del pecado por el Espíritu Santo, ni nunca sentirse condenado.
- Tiene el Espíritu Santo, aunque nunca ha visto su obra de transformación en su vida.
- Es salvo, aunque sigue viviendo en los mismos pecados que siempre.
- Puede ser cristiano sin estar implicado en la obra de Dios en este mundo, o en su ciudad, o en su casa.
- La conversión es creer que Cristo murió por mí, e, ipso facto, soy convertido.
- La santidad es opcional; es para los súper-creyentes.
- Puedo ser cristiano sin seguir a Jesús.
- Su compromiso como miembro de la iglesia solo consiste en asistir a la iglesia el domingo por la mañana.
- Que hay cristianos carnales y cristianos espirituales, y ambos serán salvos.
- No hace falta dar testimonio de su fe por su palabra y por su vida.
- Puesto que no somos salvos por obras, nuestra vida no tiene que demostrar que somos cristianos.
- En el Juicio Final, Dios no va a determinar por mi conducta si soy salva o no.
- Conocer a Jesús es saber lo que la Biblia dice de Él.
- Puedo ser salvo, aunque trato mal a otras personas que son creyentes.
- Si una vez has hecho una simple profesión de fe, eres salvo para siempre.
Cuento el testimonio de una mujer que se llamaba Fran. Iba a la iglesia cada domingo y enseñaba en la Escuela Dominical. Su novio, que no era creyente, aunque procedía de un hogar cristiano, conocía el evangelio y le dijo que ella no era creyente. Se enfadó mucho. Él le explicó el evangelio para convencerla de que no era del Señor. Al poco tiempo el Espíritu Santo la visitó con la convicción de pecado. Durante una semana entera lloraba confesando un pecado tras otro. Cada noche durante una semana entera iba a la casa de su novio confesando más pecados hasta que ya lo había confesado todo. Y le vino el gozo del Señor y entonces le hablaba al novio de lo que estaba viviendo en su nueva fe con miras a llevarlo a Cristo. Esto no vendría hasta más tarde. Pero ella estaba llena del Espíritu Santo e iba testificando por todas partes, iba escuchando sermones por radio, leía la Biblia, y radiaba a Cristo por todas partes. Esta fe viva y gozosa le duró todo el resto de su vida. Y su amor por el Señor iba creciendo. Siempre que aprendía una nueva canción cristiana me la enseñaba a mí. Nunca dejaba de llenarse del Señor, vivir para Él, amar a otros y hablarles del Señor. Así era Fran.
Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.