EVIDENCIA PARA EL DÍA DEL JUICIO

“Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente, porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace” (Juan 5:19, 20).
 
Lectura: Juan 5:17.
 
            ¿En qué consiste el trabajo que el Padre está realizando? Está edificando su reino. Está preparando a todas las personas para el Cielo o haciendo evidente que merecen estar en el infierno, porque han ganado su propia condenación.
 
            Encontramos estos versículos en el contexto de la sanidad del paralítico. Aquel sábado Jesús dijo que estaba haciendo la obra que su Padre estaba haciendo. La intervención de Jesús en la vida del paralítico provocó una reacción de su parte que justificó su condenación. Sacó a la luz lo que había dentro de él. Vamos a imaginar que Jesús lo hubiese pasado de largo aquel día sin sanarlo. En tal caso, en el Día del Juicio Dios, conociendo su corazón, pronunciaría la frase: “Condenado”. Y las multitudes que observaban dirían: “¿Qué? ¿Cómo que condenado? Este pobre pasó más de treinta y ocho años paralítico y murió. ¡Qué vida de sufrimiento! ¿Y ahora es condenado? Dios es injusto”. Pero esto no va a ocurrir porque el juicio de Dios se basa en evidencia.
 
            La historia verdadera es que este hombre cometió un pecado que resultó en su parálisis. Dios le concedió treinta y ocho años para arrepentirse. Pero no lo hizo. ¿Cómo lo sabemos? Porque no tenía fe en Dios. ¿Cómo sabemos esto? Porque cuando Jesús le preguntó si quería ser sanado no dijo: “Sí. Creo que Dios me va a sanar. Por eso estoy aquí al lado del estanque. Estoy esperando en Dios. Enviará a alguien para ayudarme. Tal vez tú eres aquella persona”. En lugar de decir esto, dijo que su situación no tenía remedio. No tenía esperanza. Entonces, cuando Jesús lo sanó, se puso en contra de Él y lo denunció a las autoridades quienes procuraban matarlo.
 
            Así que, en el Día del Juicio, Dios dirá a este hombre: “Te discipliné durante treinta y ocho años para conducirte al arrepentimiento, pero tú endureciste tu corazón aún más, y la evidencia es que cuando yo te envié a alguien para ayudarte, no pediste ayuda. No percibiste que yo había enviado a una Persona compasiva e interesada en tu caso, porque tú nunca pensabas en mí. Tu corazón estaba cerrado a mí. Cuando te ayudó y te dio una oportunidad para vivir, tú lo denunciaste a sus enemigos quienes procuraban matarlo. Fuiste injusto. Él fue compasivo contigo, pero tú no tuviste compasión de Él. Por lo tanto, te condeno por lo que tu propia vida revela, por ser una persona sin fe en mí y sin amor, aprecio o gratitud por otros. Mostraste ser desalmado e incrédulo. Así que, buscaste tu propia condenación. Y las multitudes que están observando el juicio dirán: “Alabado sea nuestro Dios porque sus juicios son verdaderos y justos”. Y todos adorarán al Señor su Dios postrados delante de Él.

Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.