DESCENDENCIA ESPIRITUAL

“Aun los hijos de tu orfandad dirán en tus oídos: Estrecho es para mí este lugar; apártate, para que yo more. Y dirás en tu corazón: ¿Quién me engendró éstos? Porque yo había sido privada de hijos y estaba sola, peregrina y desterrada; ¿quién, pues, crio éstos? He aquí yo había sido dejada sola; ¿dónde estaban éstos?” (Is. 49:20, 21).
 
Lectura: Is. 49:18-22.
 
            Muchas veces nos sentimos estériles e inútiles en la obra del Señor, sin descendencia espiritual, como si nuestro trabajo hubiese sido en vano. ¿Quiénes van a ser nuestros herederos? ¿A quién pasamos el testigo?
 
En este pasaje, Babilonia ha dejado a Jerusalén destruida, arrasada. Sus pocos sobrevivientes han sido llevados a la cautividad. La ciudad ha quedado sin habitantes. Pero no es el final, porque nacerán generaciones en el desierto. ¡Regresarán y dirán a sus padres que son tantos que no caben en Jerusalén! Entonces tú dirás: Yo creía que me había quedado sin hijos, ¿de dónde han venido todos estos? Sion no puede creer que ahora tenga tantos habitantes. Tres veces se pregunta lo mismo: “¿Quién me engendró éstos?” “¿Quién, pues, crio éstos?” “¿Dónde estaban éstos?” ¡Tiene hijos! Es una noticia demasiado buena para creerla. Dios mismo mandará a las otras naciones que traigan a los descendientes de Judá de vuelta a Israel. Los judíos tendrán descendientes. La nación no quedará extinguida; ¡continuará! Israel una vez más estará rebosando de gente. Esta es la buena nueva de la profecía.
  
Tenemos algo parecido en el capítulo 60: “El más pequeño crecerá hasta mil, y el menor será pueblo numeroso” (Is. 60:22). Crecimiento. Incremento de población.
 
Esta misma es la sorpresa que queremos tener cuando lleguemos al Cielo. Creíamos que habíamos quedado sin descendientes espirituales. Morimos pensando que nuestra obra no tiene a nadie para perpetuarla. Hemos trabajado, hemos dado testimonio, pero la semilla ha caído en tierra estéril. No hemos visto resultados. Y nos pesa. ¡Imagina nuestra sorpresa si llegamos al Cielo y encontramos que mucha gente debe su conversión al trabajo que nosotros hemos realizado! Diremos lo mismo que estos judíos, estáticos de alegría: “¿Quién me engendró éstos?” “¿Quién, pues, crio éstos?” “¿Dónde estaban éstos?”. Tendremos herederos, y ¡vaya herencia! El Cielo quedará repleto de gente. Y el rincón de España no será despoblado, sino lleno de gente que ha llegado a conocer al Señor por nuestro testimonio. Vendrán de todas partes y se reunirán con la multitud incontable de los redimidos alabando a Dios, y nosotros lo alabaremos doblemente por la obra de gracia que ha hecho en nosotros y también en éstos, ¡que resultan ser descendencia nuestra! “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58). Amén. Así sea.   

     

Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.