“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (Santiago 5:19, 20).
Lectura: Santiago 4:4-10.
Todo el libro de Santiago es acerca de la práctica cristiana. Hemos de ser consecuentes con lo que profesamos. Si decimos que tenemos fe, hemos de soportar las pruebas, ser hacedores de la Palabra, no mostrar parcialidad, producir buenas obras, controlar nuestra lengua, tener una sabiduría que procede de Dios, no buscar la amistad con el mundo, ser hacedores de la ley, ser humildes y pacientes, y orar con fe. A groso modo, estos son los temas que el apóstol toca en su libro. Su propósito es amonestar al hermano a vivir la vida cristiana. Por lo tanto, intenta corregirnos donde nos hace falta y quiere que hagamos lo mismo con el hermano: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad”, corrígelo. Pero no se refiere a la verdad doctrinal, sino a la verdad en cuanto a cómo vivimos. Lo que le interesa es el carácter cristiano: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (1:21).
Nosotros tendemos a corregir los errores doctrinales y no las faltas de carácter. El apóstol dice que el que necesita corrección es el que está pecando, no el que se equivoca con alguna doctrina: “El que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados” (5:20). Si no hemos entendido bien una doctrina, esto no es un pecado, pero si imitamos la conducta del mundo, esto sí que lo es. Si un hermano vive para amontonar dinero (5:2), o en disolución (5:5), o si vemos que se va apartando de Dios, hemos de tratar de ayudarlo para que no se pierda. Esto requiere sabiduría, humildad, temor a Dios, y amor para con el hermano. Así hicieron los profetas del Antiguo Testamento. Siempre estaban confrontando al pueblo de Dios con su pecado con miras a conseguir su arrepentimiento y salvación. Cuantas personas hemos visto pasar por las puertas de nuestra iglesia para luego desaparecer en el mundo. Es precisamente esto lo que el apóstol Santiago quiere evitar. Y también que la persona que se queda dentro no viva una doble vida, ni una vida engañosa por falta de corrección, ni a propósito, a sabiendas.
Las personas que se han extraviado, normalmente no están abiertas a corrección. Defienden cómo son y lo que hacen. No reaccionan bien a la corrección. Es un trabajo ingrato el de corregir a otro hermano, o a uno que piensa que lo es: “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado…”. Es alguien que se encuentra entre nosotros. Es miembro de la iglesia, pero va mal. Pues, otro hermano tiene que confrontarlo, con miras a ayudarlo, y si lo logra, “salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”. Sus pecados serán perdonados y su alma se salvará. Santiago tenía mucha carga por la pureza de la iglesia, y quería que nosotros también la tuviésemos y que salvemos al que se pierde que se encuentra entre nosotros.
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