“… la casa… cayó sobre los jóvenes, y murieron… Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:19-21).
Lectura: Job 1:13-19.
Job se enteró de todas las malas noticias de una vez, culminando con la muerte de todos sus hijos. Al escuchar estas tragedias, se levantó, rasgó su manto y rasuró su cabeza en símbolo de duelo, y se postró en tierra delante de Dios en reconocimiento de que todo lo que ocurre en la vida, tanto lo bueno como lo malo, viene de parte de Dios, y lo aceptó. No se rebeló contra de Dios, no despotricó contra Él, no censuró a Dios, no dijo nada malo de Él. No se amargó, ni se puso en plan cínico. Humillarse delante de Dios es reconocer que Él tiene el derecho de decidir la suerte del ser humano. “En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (1:22). Esto significa que no juzgó a Dios de injusto, de desalmado, de arbitrario, de indiferente, o de sádico. Su opinión de Dios no cambió debido a su experiencia, su fe en Dios no cambió, y su reverencia para Dios quedó igual. Su reacción fue adorar. Adorar no es un acto religioso, no es un rito, no es una ceremonia; es reconocer que Dios es Dios y que todo lo que hace y deja de hacer es perfecto y digno de Él. Frente a la muerte de nuestros seres queridos, esta es la adoración que más cuesta. Procede de un profundo temor a Dios, y un camino recorrido con Él en que hemos llegado a conocerlo por experiencia personal. No significa que entendamos lo que ha pasado. No exigimos explicaciones. Solamente adoramos.
Satanás vio esta respuesta y no quedó satisfecho. No aceptó que él había juzgado equivocadamente a Job. No reconoció que Dios tenía razón. Insistió en una segunda prueba que afectaría la salud de Job: “Extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” (2:5). Esto es lo que Satanás quiere, que blasfememos contra Dios en su cara. Esto significa que le perdamos el respeto, que lo insultemos. Quiere romper la relación que tenemos con Dios, y quiere desprestigiar a Dios de manera que nosotros nos condenemos y Dios sea deshonrado. Quiere mermar la gloria de Dios; quiere avergonzarlo; quiere que Dios pierda la preeminencia, que baje de rango delante de los hombres, y en la esfera espiritual. Quiere vengarse de Él. Lo odia.
¿Cómo reaccionó Job frente a esta segunda prueba? La aceptó de la mano de Dios. Dijo: “¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?” Reconoció que tanto el bien como el mal vienen de la mano de Dios. No hay segundas causas. Dios es responsable por todo lo que ocurre. El conocimiento que tiene Job de Dios es profundo. No cree que Dios solo es responsable por el bien. No limita la esfera de acción de Dios ni su autoridad en todo lo que ocurre. El comentario del autor de Job es: “En todo esto no pecó Job con sus labios” (2:10). La reacción de Job fue reconocer la soberanía de Dios y doblegarse delante de ella. Solo tenemos un ejemplo mayor en toda la Biblia de una reacción superior, el ejemplo de Jesús cuya reacción fue agachar la cabeza delante de la voluntad de Dios, entregarle su espíritu y morir.
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