MI DIOS Y YO

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día” (Génesis 3:8).
 
Lectura: Génesis 5:22-24.
 
            Adán caminó con Dios al aire de la tarde en el huerto del Edén, en hermosa comunión con Él en el lugar más bello de este mundo, unidos, hasta que esta comunión fue rota por su pecado. Enoc caminó con Dios en una íntima comunión que nunca fue interrumpida, solo se cambió el lugar de encuentro de la tierra por la Casa de Dios en el Cielo. Su caminar con Dios en este mundo fue el preludio de una sinfonía que nunca terminaría. Dios hizo al ser humano para caminar con Él. Este precioso himno intenta expresar la belleza de esta comunión que tanto añora nuestro corazón:
 
Mi Dios y yo paseamos por los campos juntos;
Caminamos y hablamos como los buenos amigos suelen hacerlo;
Nos cogemos de la mano, nuestras voces resuenan de alegría;
Mi Dios y yo caminamos juntos por el colorido prado.
 
Me cuenta de años pasados antes de que existiera yo,
Cuando los planes celestiales se hicieron para que yo existiese.
Cuando todo fue un proyecto todavía sin realizar;
Para que yo viviese y viese la gloria floreciente de este mundo.
 
Mi Dios y yo iremos juntos para siempre.
Caminaremos y hablaremos tal como lo hacen los buenos amigos;
Este mundo pasará, y con él las trivialidades comunes,
Pero Dios y yo continuaremos juntos siempre tiempo sin fin.
 
            Antes de que existiésemos Dios tenía planes para que llegásemos a vivir; en la brevedad de nuestro tiempo en este mundo empezamos a conocer al que siempre nos ha conocido a nosotros, aprendemos a caminar a su paso, a reconocer su voz, a entender sus sentimientos, a valorar sus caminos, a apreciar sus juicios y a amar su amor. Nuestra mente va creciendo para comprender sus pensamientos y aprendemos a pensar como Él. Vamos teniendo cada vez más en común, más temas de conversación, y más enigmas resueltos. Nos explica sus secretos, los misterios revelados en su Palabra, y encontramos que no tiene fin. El aire que la inspiró no es de este planeta. Tiene una belleza importada de la eternidad. Crea la sed que satisface. Abre nuestros ojos para ver las intenciones del corazón de Dios y sondear su excelencia. Viéndolo a Él y oyéndole hablar, perdemos la noción de nuestra imperfección; solo tenemos ojos para Él.
 
            Dios nos hizo para Sí mismo. El único propósito para la existencia de este mundo fue crear una tierra donde plantar la Cruz para revelar la inmensidad del amor de Dios. Bajo su sombra, doblegados en el suelo empapado de sangre, Él nos levanta para empezar este caminar juntos que nunca acabará. En el Cielo continuaremos caminando cogidos de la mano. Pondremos nuestro dedo en la marca del clavo, alzaremos la vista y miraremos a los ojos que nos han amado desde la eternidad, y estaremos felices, los dos.

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