“El Señor omnipotente es mi fuerza, da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas” (Habacuc 3:19).
Lectura: Hab. 3:16-19.
¿Cómo se compara nuestro clamor con el de Habacuc?
Franco murió y de repente hubo libertad religiosa, ¡lo que la Iglesia había estado pidiendo durante décadas! En aquellos años la iglesia estaba bastante bien, pero con algunas lagunas. Clamábamos a Dios pidiendo aún más vitalidad en la Iglesia, más plenitud del Espíritu Santo, más evangelización. Pedíamos un avivamiento. En respuesta vimos campañas de evangelización y surgió una iniciativa de los jóvenes que consistía en empezar reuniones masivas de oración, pero pronto dejaron de existir. Los jóvenes más prometedores se casaron con mujeres sin visión y se conformaron con una vida espiritual mediocre. Otros emigraron al extranjero. Algunos líderes de iglesias mostraron no estar a la altura de la nueva libertad con su autoritarismo, o con legalismo, o con un afán de protagonismo, o al compaginar la Iglesia con el mundo. Otros líderes importantes cayeron en inmoralidad. Poco progreso hubo.
Pasaron los años y la Iglesia se mantuvo más o menos igual. Ya no pedía avivamiento. Se conformaba con asistir el domingo por la mañana. La Iglesia huía del legalismo y cayó en la trampa de la tolerancia libertina. Ya que no hay una lista de lo que un creyente no puede hacer, todo está permitido. No hay reglas de vestimenta y se pierde la modestia. El divorcio está a la orden del día. No solamente se ha perdido el culto de evangelización, se pierde el estudio bíblico, la semana de misiones, la reunión anual de estudio bíblico, y la juventud.
Vino el Coronavirus y las iglesias se cerraron. Los creyentes se enfriaron, se perdió la rutina religiosa, y, en algunos casos, no se recuperó. Algunas iglesias se unificaron, pero el número de creyentes no se multiplicó. Se creía que la unificación impactaría a la ciudad, pero no ha sido así. Solo ha significado el cierre de unos cuantos puntos de testimonio en Barcelona. Se ha suprimido el culto de evangelización el domingo por la tarde en muchas iglesias y ahora los bautismos son infrecuentes.
Oramos: “Señor, ¿Qué pasa con tu Iglesia? ¿Cuándo vendrá el día de conversiones masivas?” Y vino Palabra de Dios: “Afirma las otras cosas que están para morir” (Apoc. 3:2). Sacude el trigo en el lagar (Jueces 6:11). Con el levantamiento del movimiento gay la Iglesia ahora se ve en peligro. La continuidad de la familia es amenazada. Los padres cristianos no son reconocidos como la autoridad sobre sus hijos. Médicos cristianos pierden el derecho de usar su criterio personal en su práctica. Maestros cristianos son obligados a enseñar material que va en contra de su conciencia. Pastores tienen miedo a predicar sobre ciertos pasajes bíblicos. El resultado es que la sociedad ha perdido la sal. Se corrompe. España ha llegado a ser un país secular. Ahora cabe la posibilidad de sufrir la persecución por nuestra ética. En lugar de impactar a la sociedad, la Iglesia está siendo invadida por ella.
Volvemos al Señor: “¿Ahora qué? “¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). ¿El Señor viene ya?” Viene la respuesta: “Velad y orad”. Oramos: “Padre, éramos pocos y el número de creyentes disminuye. El movimiento gay coge fuerza. La juventud se corrompe. Viene el cambio climático. La generación que sobrevivió la guerra de 1936 se muere. A la nueva generación le falta la valentía para testificar y sufrir por Cristo. Oramos: “Ahora, Señor, ¿no actuarás? ¿Por qué no defiendes a tu Iglesia?” Él pregunta: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lu. 18:8). Insta: “Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Ef. 6:18).
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