UN HOMBRE Y SU DIOS (2)

“Además, la riqueza es traicionera; por eso el soberbio no permanecerá” (Habacuc 2:5, NVI).
 
Lectura: Hab. 2:5-8.
 
            Dios hace saber a Habacuc que Jerusalén va a caer y que luego caerá Babilonia. ¿Qué actitud debe tener el profeta? Confianza en Dios. En medio de cosas que nos desconciertan, debemos vivir por fe en que Dios es soberano en la historia del mundo. Él no solamente profetiza lo que va a pasar, ¡lo hace pasar! La Biblia está llena de ejemplos. Cayó la ciudad de Nínive, capital del anciano imperio de Asiria; cayó el imperio babilonio; cayó el imperio persa; cayó el imperio griego de Alejandro Magno, y cayó el imperio romano, después de muchos siglos de dominio, tal como Dios había dicho. Cuando Dios determina una cosa, ocurre.
 
La historia de la caída de Nínive es interesante y sirve como botón de muestra. El profeta Nahum profetizó su destrucción cuando parecía del todo imposible. La ciudad era impregnable. Nínive fue el centro de la adoración de la diosa Ishtar, la reina del cielo, diosa del amor, la belleza, la guerra y el poder político. En su apogeo fue la ciudad más grande del mundo. Su muralla medía 13 km. de largo y era suficientemente ancha como para celebrar carreras de carros y caballos encima. Tenía 1500 torres de vigilancia, cada una de ellas era de 18 plantas de altura. Se abastecía de agua por un tributario del río Tigres que pasaba por en medio de la ciudad. La gran ciudad de Nínive era imposible de conquistar, pero cayó tal como Dios lo había anunciado. Llegó el día del juicio para esta gran ciudad, de grandísima maldad.
 
Su caída fue así: Los babilonios sitiaron la ciudad. Edificaron presas para contener el agua de su río. Cuando los pantanos estaban llenos, abrieron las presas y toda el agua contenida corrió como un diluvio y dio contra las murallas, colapsándolas. Entraron las tropas del enemigo por encima de los escombros y capturaron la ciudad.   
 
Dios sigue haciendo lo imposible en nuestros días. Hemos observado cómo cayó la Alemania Nazi (1945); el muro de Berlín (1989), y cómo colapsó la antigua Unión Soviética (1991), cosas que parecían imposibles, pero Dios las hizo. Esto nos anima a orar por la caída de regímenes totalitarios que persiguen a los cristianos, como Corea del Norte. Dios lo puede hacer.
 
¿Por qué vino el juicio sobre Babilonia? Hay cinco “ayes” en este capítulo que lo explican: “Ay del que se hace rico con lo que no es suyo” (2:6); “Ay del que edifica su reino con ganancias injustas” (2:9); “Ay de aquel que edifica una ciudad con asesinatos y crimen” (2:12); “Ay del que emborracha a su prójimo” (2:15); “Ay de aquel que dice a la madera: “Cobra vida” (2:19). Fue condenada por su riqueza injustamente conseguida, por su violencia, por su embriaguez y por su idolatría. El juicio de Dios empieza por la casa de Dios. Primero Israel caería, después los pueblos paganos. Dios promete restauración para su pueblo una vez que ha sido disciplinado, pero no hay esperanza para las naciones. Su única esperanza es que aprendan de la caída de Jerusalén y que se arrepientan para evitar su propia destrucción.

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