“Por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas…” (Hebreos 11:33, 34).
Lectura: Heb. 11:34-37.
En este maravilloso capítulo de la fe de los creyentes de antaño, tenemos dos grupos de creyentes: los que fueron puestos a prueba y, en respuesta a su fe, vieron grandes milagros; y los que, a la hora de la prueba, se mantuvieron firmes, pero no vieron ningún milagro en respuesta a su fe, sino que murieron en medio de la prueba. La liberación de Daniel en el foso de los leones fue espectacular, pero muchos otros creyentes han sido arrojados a los leones sin ver ningún milagro; al contrario, cantaron mientras iban a la muerte. La fe de unos no fue mayor que la fe de otros; Dios determina cual va a ser la salida de la fe de cada uno. ¡Si supiésemos que siempre se produciría un milagro, ya no sería ninguna prueba de la fe! La fe hace lo que tiene que hacer y deja el resultado en manos de Dios. En palabras de los amigos de Daniel: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Dan. 3:17, 18). La Epístola a los Hebreos fue escrita en un tiempo de gran persecución y los creyentes que la leyeron necesitaban fortalecer su fe recordando los grandes milagros de Dios en el pasado mientras también recordaban el ejemplo de otros que fueron fieles hasta la muerte, para estar preparados para cualquiera de las dos eventualidades. Por lo tanto, el autor de esta epístola ha organizado su material de la manera siguiente:
- Grandes victorias gracias a la fe (Heb. 11:32-35ª)
- Los que perseveraron hasta la muerte gracias a su fe (Heb. 11:35b-38)
- El mayor ejemplo de una vida de fe (Heb. 12:1, 2).
El mayor ejemplo de una vida de fe en medio de la prueba es el ejemplo del Señor Jesús, pero este ejemplo solamente nos sirve si comprendemos la humanidad de Jesús. Si pensamos que lo que le pasó no le costó nada porque Él era Dios, no hemos comprendido cómo era. Se hizo uno de nosotros (Heb. 2:17). Tuvo los mismos desafíos y las mismas luchas que nosotros, con los mismos recursos del Espíritu Santo para ayudarlo. Pasó por toda la gama de experiencias comunes a la raza humana dependiendo de la dirección del Espíritu Santo, la guía de las Escrituras, y la comunión con el Padre por medio de la oración. Enfrentó la muerte del Calvario con fe en las promesas de Dios, convencido de que Dios lo iba a resucitar de dicha muerte. Y con esta fe encomendó su espíritu en manos de Dios. Vivamos nuestra vida de fe, pues, “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (12:2), siendo Él el mayor ejemplo de la fe de todos los tiempos.
[1] Basado en el mensaje de David Burt por zoom a la Iglesia de Sant Boi, 26/01/23
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