¿QUÉ ES EL PECADO?

“Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?” (Lucas 3:9, 10).
 
Lectura: Lu. 3:11-14.
 
            El pecado no es tanto lo que hacemos, como lo que somos. Somos rebeldes, insumisos, viviendo nuestra vida a nuestra manera, para bien o para mal, pero alejados de Dios. Dios dice bien claro lo que es el pecado en referencia a su pueblo Israel, y, por extensión, a todo el mundo: “Es una nación rebelde que se ha sublevado contra mí; ellos y sus antepasados se han rebelado contra mí” (Ez. 2:3). “Son un pueblo rebelde” (Ez. 2:5). “Son un pueblo rebelde (Ez. 2:6). “Son un pueblo rebelde (2:7). “No seas rebelde como ellos” (Ez. 2:8). “Un pueblo rebelde (Ez. 3:26). “Porque son un pueblo rebelde (Ez. 3:27, NVI). El estado natural del hombre es rebeldía contra Dios. Un rebelde es uno que no obedece la Palabra de Dios. No le importa. Hace lo que bien le parece. Según Oswald Chambers el pecado es “mi pretensión a mi derecho a mí mismo”. Digo: “Tengo el derecho de ——–”, y lo hago.
 
            El pecado es la condición del corazón del hombre Es vivir independiente de Dios. Me levanto, y pienso en mí mismo. Hago lo que me conviene todo el día, y todo lo que hago es pecado. Es pecado levantarme de la cama, si no lo hago para hacer la voluntad de Dios. Es pecado abrir la boca y hablar, si no hablo lo que Dios quiere que diga. Es pecado hacer un bien a alguien, si no lo hago para la gloria de Dios. Todo es pecado si no se hace en armonía con Dios, para Dios, motivado por el amor de Dios y para su gloria.
 
“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Gen. 6:5).  “La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Rom. 1:18).
 
Isaías lo describe en términos de la falta de justicia: “Nadie clama por la justicia; nadie va a juicio con integridad”. “No hay justicia alguna en su camino. “La justicia está lejos de nosotros”. “Esperábamos la justicia, y no llegó”. “Son muchas nuestras rebeliones; nuestros pecados nos acusan. Nuestras rebeliones no nos dejan; conocemos nuestras iniquidades”. Hemos sido rebeldes; hemos negado al Señor. ¡Le hemos vuelto la espalda a nuestro Dios!”. Fomentamos la opresión y la traición; proferimos las mentiras concebidas en nuestro corazón”. “Así se vuelve la espalda al derecho, se mantiene alejada la justicia (Is. 59: 4, 8, 11, 12, 13, 14, NVI).
 
La rebeldía conlleva a una vida de injusticia. Nos rebelamos contra Dios por la política del país en que vivimos, por el clima, por el marido que nos ha dado, o la falta de marido, por los hijos que nos han tocado, la casa que tenemos, la salud, la iglesia, el ministerio, y por cómo nos ha ido todo. El resultado de la rebeldía es pecado: ingratitud, descontentamiento, queja, amargura, e injusticia. El arrepentimiento trae sanidad, paz, justicia y contentamiento en la voluntad de Dios. 

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