“Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo… él lo tomó en brazos… y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34, 35).
Lectura: Lucas 2:25-32.
Conocemos a una pareja que ha servido fielmente al Señor durante años, dándose cuerpo y alma a las personas con problemas de todas las clases. Han cuidado de enfermos, han recibido a gente a vivir en su casa, a otros los han acompañado en el dolor y en las pérdidas, se han puesto al lado de padres con dificultades con sus hijos, con problemas matrimoniales, o con problemas laborales, han evangelizado, han ministrado en iglesias, han consolado y animado a los hermanos, ¿y cuál ha sido el resultado? Algunos pocos se lo han agradecido, pero otros muchos han reaccionado criticándolos y traicionándolos. ¿Cómo es posible? Tú estás al lado de una persona en su problemática, dedicas horas a esta persona, pasas noches sin dormir sufriendo por ella, le das comida, dinero, alojamiento y cariño, y luego desaparece de tu vida y ¡nunca más vista! ¿Cómo te sientes? O, peor aún si montan una campaña de odio contra ti. Te quedas estupefacto. Y te preguntas, ¿qué he hecho yo para merecer este trato? Sigues amándolos y buscas la manera de restaurar la relación, pero encuentras todas las puertas cerradas. ¿Cómo puede tanto amor ser respondido con tanto desprecio? Es para no ayudar nunca a nadie más, pero viene el siguiente caso y te entregas igualmente, y puede ser que esta vez tengas otra respuesta.
Hay un versículo curioso en la historia de María y José, cuando presentaron al niño Jesús al Señor en el templo de Jerusalén. Simeón entró en el templo en este mismo momento, “He aquí, éste está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (Lucas 2:34). Los pensamientos de muchos corazones serían revelados por medio de su respuesta frente a Jesús. Algunos respondieron con gratitud, como el leproso que fue sanado juntamente con sus nueve compañeros, pero sólo él volvió a Jesús para darle las gracias. Los otros nueve pusieron de manifiesto que sus corazones eran egoístas, incrédulos y duros. El agradecido, “viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve; ¿dónde están?” (Lucas 17:15-17). ¡La proporción de los agradecidos es uno en diez! La bondad de Jesús revela corazones.
Cuando la mujer se postró a los pies de Jesús en casa de Simón el fariseo y bañó sus pies con lágrimas de arrepentimiento y los secó con sus cabellos, lo que quedó patente era que Simón no sentía gratitud hacia Jesús por haber sido sanado de la lepra, sino que era un hombre orgulloso que se creía más importante que Jesús por su posición social y más santo que la mujer porque era pecadora. Su corazón pensaba que él era mejor que otros. Este encuentro con Jesús dejó bien delatado cómo era el corazón del fariseo y cómo era el de la mujer.
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