“Aunque ande en valle de sombra de muerte… tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).
Lectura: Salmo 23:2-4.
Adán caminó con Dios en el paraíso. Enoc lo hizo en un mundo nuevo y fresco. Es hermoso andar con Él en prados verdes y al lado de arroyos transparentes con el canto de las aves al fondo, pero no siempre es el caso. A veces su buena y perfecta voluntad nos lleva por caminos de enfermedad e intenso sufrimiento. Tal fue el caso del profeta Jeremías. Tuvo el gozo de la profecía cumplida y sus oraciones contestadas, pero la profecía que vio cumplida fue que la ciudad de Jerusalén iba a caer, y la oración contestada fue que no muriese en el calabozo. Dios estuvo con él en medio de experiencias terribles. La Palabra de Dios en su boca fue verdad, y se iba cumpliendo delante de sus ojos, pero esto no le produjo un estado de éxtasis. El profeta no iba flotando de gozo. Cuando vivimos cosas terribles, injustas, desgarradoras o sumamente tristes, no significa que nos hemos equivocado de camino. Tampoco que Dios nos está castigando, o que Dios nos ha dejado. Significa que Dios nos está llevando por los mismos caminos que atravesaron los profetas, y su amado Hijo. La comunión con Dios en estas circunstancias es singular.
Un hermano me escribió algo parecido en una tarjeta de cumpleaños: “Jehová es mi Pastor. En lugares de delicados pastos me hará descansar. Junto a aguas de reposo me pastoreará. Puede pasar que las aguas se sequen, los delicados pastos se vuelvan tierra seca, zarzales con espinas, Las ovejas no reposan. Entonces el buen pastor recogerá a sus ovejas y las juntará para llevarlas a otros pastos frescos, ya preparados. Pero tendrán que subir montañas, pasar por senderos trepidantes, por peligros de ser atacadas por animales salvajes. Alzaré mis ojos a los montes. ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová. No dará tu pie al resbaladero. Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo y tu vara y tu cayado me infundirán aliento. El bien y la misericordia me acompañarán todos los días de mi vida y en la casa de Jehová moraré por largos días. Jehová te guardará de todo mal. Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y entrada, desde ahora y para siempre”. (Salmos 23 y 121).
Si tu senda te lleva por soleados pastos, o por rocas empeñadas, o por desiertos áridos, tu gozo será siempre el mismo: que el que ama tu alma va a tu lado, pues Él te ha dicho: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).
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