“Estando desposada María su madre con José… José su marido, como era justo y no quería infamarla, quiso dejarla secretamente” (Mat. 1:18, 19).
Lectura: Mateo 1:18-25.
Los desposorios judíos:
Las costumbres matrimoniales judías incluían dos etapas básicas de la relación esponsales (o compromiso) y la boda. La primera etapa de los esponsales era la elección de un cónyuge. La familia por lo general iniciaba los arreglos. Aunque hay algunos ejemplos en que hombres y mujeres dan a conocer sus preferencias (Ruth 2-4). Por costumbre los padres de un hombre joven escogían a una mujer joven para que se comprometiera con su hijo (Génesis 21:21) la edad de compromiso era entre los 12 y 13 años, aunque textos rabínicos posteriores sugieren que los hombres en la época de Jesús, a menudo se casaban alrededor de los 18 años.
La segunda etapa del compromiso involucraba los arreglos oficiales. En un acuerdo principalmente formal ante testigos, los jóvenes entraban en un estado de compromiso. Este era un contrato legalmente vinculante, que otorgaba al hombre derechos legales sobre la mujer y sólo se podía romper mediante un proceso formal de divorcio. Se usaba el término esposa y esposo para referirse a los cónyuges comprometidos. Durante este periodo no se toleraban las relaciones sexuales entre ellos, ni la joven dejaba su familia para vivir con el joven. La infidelidad sexual se consideraba adulterio, cuya pena era la muerte por lapidación (Lev. 20:10), aunque en el Antiguo Testamento la muerte por la cohabitación era rara. Si uno de los cónyuges moría durante este periodo, el que quedaba vivo era considerado viudo o viuda.
La boda: Se realizaba una ceremonia formal después de 1 año del período de los esponsales. Vestidos con traje de bodas, el novio y sus acompañantes iban en procesión a la casa de la novia y escoltaban a la novia y a sus damas de honor de regreso a la casa del novio donde se llevaba a cabo la cena de bodas (Mateo 22:1-14). Los padres y amigos bendecían a la pareja (Génesis 24:60). El padre de la novia redactaba un contrato de matrimonio. La pareja consumaba sexualmente el matrimonio después de lo cual se exhibe un paño manchado de sangre como prueba de la virginidad de la novia (Deut. 22:13, 21). Las celebraciones de la boda continuaban durante semanas (Génesis 29:27). Finalmente, la pareja establecía su propio hogar, aunque por lo general vivían en una familia extensa.
Lo que vemos era que los desposorios eran sumamente formales. Proveyeron el tempo necesario para demostrar que la mujer no estaba embarazada previamente y confirmaban la pureza de la pareja durante los desposorios. Estas costumbres reflejan la postura bíblica: que el sexo es exclusivamente para el matrimonio. Chocan frontalmente con la práctica de nuestros tiempos que no dan importancia a lo que Dios valora. Los valores suyos protegen y dan dignidad al hombre y a la mujer.
[1] Escrito por Karen González, una hermana que escribe desde Chile, integrante del grupo de discipulado.
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