LA MUJER COMO EVANGELISTA (1)

“La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15).
 
Lectura: Juan 4: 10-14.
 
            Últimamente hemos estado estudiando acerca de la enseñanza del Señor Jesús en cuanto a no juzgar (Mateo 7:1-5), y, a la luz de esta enseñanza me di cuenta de que yo había hecho un juicio muy equivocado de la mujer samaritana, la que también se llama la mujer que encontró a Jesús al lado del pozo. Este nombre es un poco largo, pero la Biblia no nos dice cuál era su nombre. El Señor la llamaba “Mujer”, y Juan, al escribir su historia, se refiere a ella como “la mujer”. Pues, tendremos que usar ese nombre. Como decía, la había enjuiciado muy equivocadamente. Pensaba que era una mujer moralmente cuestionable. ¿No había tenido cinco maridos y ahora estaba con el sexto hombre que ni siquiera era su marido? Yo pensaba que Jesús se había usado de mucha misericordia al hablar con ella, como una muestra de su amor para con todos, hasta con una persona como ella. Pero, después de pasar tiempo meditando en su historia, ¡ahora la tengo en alta estima! ¡Es la evangelista más exitosa de tiempos de Jesús! No podemos sentir más que admiración por ella. 
 
            Esta mujer tenía una fe admirable. Siendo samaritana, se refería a Jacob como su padre. Se veía como descendiente de Abraham y heredera de las promesas dadas a Israel. Sabemos que los samaritanos eran de raza mixta. Por eso es extraordinario que se considerara hija de Jacob. Ella respetaba a los profetas judíos. Consideraba que Jesús era uno de ellos y, como tal, lo consultaba. Era honesta en cuanto a su vida. Reconocía cómo había sido, tanto con Jesús como con los de su pueblo. Quería adorar a Dios correctamente. Cuando Jesús le dijo que los judíos tenían razón en cuanto a cómo adorarlo, ella no discutió con Él; lo aceptó. Creía todo lo que decía Jesús del Espíritu Santo y quería recibirlo. Estaba esperando al Mesías y creía que vendría no solamente para los judíos, sino para todos los pueblos. Creía que el Mesías los llevaría a toda verdad. Cuando Jesús le dijo que lo era Él, ella creyó y fue a dar testimonio de Él a los de su pueblo.
 
Esta mujer ya estaba preparada para ser “cosechada”, como decía Jesús. Dios la había preparado para este momento y había enviado a Jesús para evangelizarla. Esto es maravilloso. Dios tiene gente ya preparada y esperando que alguien les hable de Jesús. Está haciendo su obra en las personas, preparándolas para el momento culminante de su vida cuando enviará a alguien para introducirlas al Salvador.
 
El método de evangelización de Jesús fue muy interesante. No le habló a la mujer de la cruz, sino del Espíritu Santo. De hecho, le dio mucha información acerca del Espíritu Santo. Dio a entender que Él mismo podía darlo, que el Espíritu está vivo; no es “una fuerza activa”, sino una Persona viva. Dijo que satisface la sed para siempre, que brota como una fuente desde dentro y que nunca se seca. Dijo que el Espíritu da vida eterna. Mostró que nadie puede recibirlo sin antes reconocer su propia realidad, es decir, sin reconocer su pecado. Dijo que es por el Espíritu que se ora al Padre, y que el Espíritu es Dios. ¡Ella tuvo todo un compendio de teología sobre el Espíritu Santo!   

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