“¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como junco, y haga cama de cilicio y ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí” (Isaías 58:5-9).
Lectura: Isaías 58:9-12.
La religión no es ningún sustituto de la piedad. La espiritualidad se muestra, no tanto en el dramatismo llamativo para que todo el mundo nos vea y diga: “¡qué buen creyente es este!, ¡cuánto ama a Dios!”, sino más bien en actos de compasión para con el necesitado cuando nadie está mirando.
La gente en el día de Isaías hacía ayunos de forma visible para que todo el mundo se diese cuenta de que estaban ayunando. No hay ningún problema con ayunar, pero cualquier actividad que hacemos con una motivación incorrecta solo nos engaña a nosotros mismos. Esto incluye asistir a un culto, leer la Biblia, servir en una posición en la iglesia, orar, dar dinero a una buena causa, cantar en el coro, invitar gente a casa, hablar en público, visitar a un enfermo, o cosas que nos ganan la alabanza de la gente. Si nuestro corazón no está en ello, o si lo hacemos porque debemos hacerlo, pero con desgana, no es un acto espiritual, sino interesado. Esto debe llevarnos a un profundo examen de nuestra motivación. Pero más allá de la piedad personal, está el atender al necesitado, y esto es lo que Dios quiere ver en los que lo amamos de verdad. Él valora más lo que hacemos para ayudar a otros que nuestra práctica religiosa personal. Este es el mensaje del profeta para nosotros mismos hoy.
Este himno procedente del Salterio Escocés resume el mensaje del profeta:
Al que siente dura carga de opresión, impártele tu tierna compasión;
El pobre sin hogar ni atención reciba tu cálida atención.
Ve, y al huérfano con tu abundancia de amor y bendición sacia;
Invita al mendigo a tu puerta, y dale descanso en tu casa.
Y aquel que se consume de frío, entrégale calor y vestido;
Sea tu tarea dichosa y feliz hacer al sufriente sonreír.
Entonces será tu vida como el alba, despejada,
Llena de paz y de gozos, resplandeciendo en tus pasos la gloria de nuestro Dios.
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