EPÍLOGO (2)

“Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová” (Job 1:12).
 
Lectura: Job 1:9-12.
 
            El libro de Job está lleno de preguntas y todas ellas tienen respuesta. Al final del libro las sabemos, pero no están escritas de forma simple, porque este libro no es simple, sino denso y profundo, profundo como la relación del hombre con Dios, que es el tema de toda la Biblia. No hay ningún versículo que conteste a la pregunta: “¿Acaso teme Job a Dios de balde?”, dando a entender: “Satanás no tenía razón. No temía Job a Dios porque Dios “le había cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tenía, al trabajo de sus manos y a todos sus bienes”. No lo dice explícitamente porque se supone que el lector ya lo ha visto. Da por sentado que el lector es una persona pensante que medita y saca las conclusiones correctas. Tampoco hay un versículo que diga: “Satanás no tenía razón. En todo lo que le pasó a Job él nunca blasfemó contra Dios en su misma presencia”. Casi lo dice. Dice que todo lo que dijo Job de Dios era correcto, pero somos nosotros los que tenemos que pensar en cómo el libro comenzó y relacionar el final con el principio.
 
            Nos encantaría si al final hubiese un relato que pusiese: “Un día, después de todo lo que pasó a Job y cómo reaccionó correctamente en la prueba, vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: “¿De dónde vienes?” Y que Satanás respondiese: “De rodear la tierra y de andar por ella. Y Dios le preguntase: “¿Te has fijado en mi siervo Job, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”. Y Satanás respondiese: “Sí. Me he fijado en tu siervo Job, y he comprobado en medio de las más terribles pruebas que podía lanzarle que él sí es varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Tenías toda la razón. A pesar de todo lo que yo le hice, no pude conseguir que blasfemase contra Ti en tu misma presencia. Su buena aceptación de todo lo que permitiste estropeó mis planes. Yo vengo a decirte que Tú has ganado en este debate que teníamos en cuanto a Job. Tenías razón al decir que hay hombres que te temen. Hiciste bien en crear al hombre. Ha valido la pena. Los hay que Te aman de verdad. Yo he perdido el argumento que tuve que contigo. Una vez más me has derrotado. Bueno, perdí en el caso de Job, pero voy a ir a por más víctimas, a ver si te gano en el caso siguiente”. No hay una explicación semejante al final del libro, porque no hace falta. Porque todo está implícito en la historia. Job es un libro de sabiduría, y conociendo a Dios, y con su sabiduría, lo entendemos. Y entendemos las implicaciones para nosotros.
 
            Gracias, amado Dios, por este libro que nos abre las ventanas del Cielo para revelarnos lo que pasa en la esfera eterna, cómo funciona nuestro enemigo y qué pretende con nosotros. Ayúdanos a mantenernos fieles a Ti en nuestras adversidades, en nuestras batallas contra nuestro enemigo y el tuyo, para darte la gloria y mostrar con nuestras vidas que te amamos al poner nuestra confianza en Ti, porque eres digno de toda confianza, no importa lo que nos pasa. En el Nombre de Aquel que superó las peores pruebas, humanas y demoníacas, vestido en frágil carne humana, y que lo hizo con excelencia, para tu eterna gloria. Amén.  
 

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