“Pero en cuanto a mí, estaré pendiente del Señor en esperanza, esperaré a Dios mi Salvador; mi Dios me oirá” (Miqueas 7:7, trad. libre).
Lectura: Miqueas 7:8-10.
Después de siete capítulos denunciando el pecado de Israel y el juicio de Dios sobre esta nación, cuando ya hemos perdido toda esperanza de verla sobrevivir, Miqueas nos ofrece esta sorprendente conclusión a su libro:
“8Tú, enemiga mía, no te alegres de mí, porque, aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz. 9La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga mi justicia; él me sacará a luz; veré su justicia. 10Y mi enemiga lo verá, y la cubrirá vergüenza; la que me decía: ¿Dónde está Jehová tu Dios? Mis ojos la verán; ahora será hollada como lodo de las calles”.
El profeta se dirige al enemigo, humillado y contrito por su pecado, habiendo aceptado el justo castigo de Dios, y le hace constar a éste que aunque ahora esté en oscuridad, tiene un abogado que lo defenderá y lo sacará a la luz; él verá Su justicia. ¡Impresionante referencia al Señor Jesús como nuestro Abogado defensor que obra para nosotros en base a la justicia suya! Entonces caerá el enemigo, el que creía que había triunfado sobre nosotros y que nos había burlado diciendo: “¿Dónde está el Señor tu Dios?”. Este enemigo caerá y veremos su ruina.
“11Viene el día en que se edificarán tus muros; aquel día se extenderán los límites. 12En ese día vendrán hasta ti desde Asiria y las ciudades fortificadas, y desde las ciudades fortificadas hasta el Río, y de mar a mar, y de monte a monte. 13Y será asolada la tierra a causa de sus moradores, por el fruto de sus obras”.
Jerusalén será levantada otra vez, sus muros serán reconstruidos y todas las naciones vendrán a ella. El Señor pastoreará su manada en pastizales fértiles como en los días de antaño cuando la sacó de Egipto y le mostró sus milagros. Las naciones enemigas lo observarán con asombro y buscarán a Dios con temor y temblor. “¿Qué Dios como tú, que perdonas la maldad y olvidas el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestra iniquidad, y echará en lo profundo del mar, todos nuestros pecados”. Cumplirá las promesas que hizo a Abraham y que juró a nuestros padres desde tiempos antiguos. ¡Nuestro Dios se deleita en mostrar misericordia! Es fiel a sus promesas, compasivo y perdonador. Pues, echará nuestros pecados en lo profundo del mar por la obra de su Cristo. No hay Dios como Él.
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