NO JUZGAR (4)

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido” (Mat. 7:1-2).
 
Lectura: Mateo 7:1-5.
 
¿Y si otros te juzgan a ti? Pablo no se preocupaba por lo que los demás pensaran de él, sino por lo que Dios pensaba: “Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque, aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:3-5). Dios es el único que conoce las intenciones del corazón, y por este motivo Él es el único que puede juzgarnos. Esto es de mucho alivio para la persona que se juzga duramente a sí misma y cree que no hace nada bien, y de advertencia para el que hace lo bonito, pero con una motivación incorrecta.
 
El Señor Jesús dijo: “Con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados”. Entonces, si hemos condenado, seremos condenados. Pero ¿cómo puede Dios condenarme a mí si yo creo en Él? Si pienso que soy tan perfecta que puedo condenar a otros, no me conozco. No he visto mis propios pecados. No he pedido perdón por cómo soy. Nunca he venido a la cruz pidiendo misericordia porque soy merecedora de la condenación. Nunca he sido salva. Una vez que he visto la condición de mi propio corazón, no puedo condenar a nadie. Si yo he recibido el perdón y la misericordia de Dios, solo puedo pedir a Dios que muestre la misma misericordia a otros. Si Dios me ha cambiado a mí, puede cambiar a la persona que sea. Por tanto, viendo las deficiencias de otra persona, siento compasión, oro por ella y pido que Dios la perdone.
 
¿Qué pide Dios de mí?: Tres cosas: “Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Dios de ti; solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8). Dios quiere que yo haga justicia, no que la exija de otros; quiere que muestre misericordia a otros, no que la pida para mí misma; y quiere que yo deje mi orgullo y me humille ante Dios y que deje que Él sea el Juez, no yo. Dios desea que muestre compasión y amor por otros, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús. Él te amó y tuvo misericordia de ti. Fue juzgado y condenado en tu lugar para que Dios te perdonase a ti. Recíbelo.   
 
            Padre amado, venimos delante de ti contemplando el amor del Señor Jesús derramado en el Calvario. Te damos gracias por esta gran salvación que ha ganado nuestro corazón. Te pedimos un corazón como el suyo, lleno de amor y compasión para cada persona, sin tomar en consideración su cultura, sus hábitos, sus actitudes, sus creencias, su pasado, o su aspecto. Transfórmanos, te pedimos, y haznos como tú, amado Padre, humildes y sensibles, hijas que lucen los rasgos familiares, por amor a tu Nombre. Amén.  

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