“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16, 17).
Lectura: 2 Tim. 4:1-4.
Mucha gente lee la Biblia como si se tratara de los entremeses antes de la comida. Pican por aquí y pican por allí, unas aceitunas, un poco de chorizo, un trozo de queso, dos o tres croquetas, unas cuantas patatas fritas, y, ¡ala!, ya he comido. Esto es lo que piensan los niños, pero no es lo que piensa un adulto: quiere comida de verdad. La Biblia no es para picar, sino para llenarnos de alimento sólido, nutritivo.
Dios es un Dios de orden. Empieza y termina las cosas. Si tomas un libro y empiezas a leerlo por en medio, no sabes cómo empezó, ni cómo terminará. Cada libro de la Biblia tiene su contexto histórico y todos los libros forman juntos una unidad. Es la misma historia desde Génesis hasta Apocalipsis. La historia bíblica relata cómo Dios obra en los asuntos de los hombres y naciones. Hubo una causa, un desarrollo y habrá una conclusión a lo que pasa en los países y en la historia de la humanidad. Si abres la Biblia a una guerra de exterminio sin saber la causa, sacas conclusiones erróneas de Dios y del hombre.
Cada libro de la Biblia tiene un argumento. Si vas cogiendo de aquí y allí, no captas el argumento. Por ejemplo, el libro de Efesios está dividido en dos partes, la teoría y la práctica. Leyendo el libro como unidad ves que la conducta cristiana se basa en lo que hizo Dios por nosotros. La práctica es la consecuencia de la teoría, o, mejor dicho, la doctrina. La doctrina sin la práctica es incompleta y la práctica sin la doctrina es incompleta. No hay salvación sin entender la doctrina y ponerla en práctica, porque la salvación es liberación de lo que éramos. Si te saltas los primeros dos capítulos de Job, no entiendes el resto del libro. Si no lees la conclusión, piensas que la vida no tiene sentido.
El mensaje de la Biblia es un solo mensaje coherente. Dios creó al hombre a su imagen, el hombre se rebeló contra Dios, y arruinó esa imagen. Se convirtió en una bestia sofisticada. La Biblia lo muestra vez tras vez de muchas maneras. El hombre no puede remediar su condición. Dios anunció su condenación y profetizó su salvación. Envió a su Hijo para sufrir su condena y al Espíritu Santo para restaurar la imagen de Dios en el hombre salvado. Así el hombre pudo conseguir más conocimiento de Dios que lo que tuvo al principio. Lo que Dios le promete al final supera con creces lo que el hombre tuvo al principio en Edén. La nueva creación supera la primera; la nueva raza en Jesús es mejor que la primera en Adán. Esto lo aprecias leyendo y meditando en la Biblia como un solo libro con un solo mensaje.
Desde el principio hasta el final de cada libro y de la Biblia entera Dios se va revelando de forma coherente. El conjunto es una revelación completa de Él. Leyendo la Biblia en orden, en su contexto, siguiendo el argumento, y apreciando su desarrollo, conoces a Dios, lo amas, lo sirves y pasarás la eternidad con Él, salvo y transformado.
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