“Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y satanás el cual engañaba al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Apoc. 12:7-9).
Lectura: Apoc. 12:10-13.
¿En qué consiste el engaño de Satanás?
“Satanás, al cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra” (Apoc. 12:9). Su engaño lo vemos claramente en la experiencia de Job. Satanás utilizó a la esposa de Job para intentar llevarlo a culpar a Dios por sus tragedias, maldecir a Dios y morir. Esto habría dado la victoria a Satanás de entrada. Satanás intentó convencerle de que fue por su culpa que todas estas calamidades habían caído sobre él, porque la falsa culpa separa de Dios. Hace que uno se siente sucio e impresentable para acercarse a Dios. Como no hubo culpa en Job, Satanás quiso que sintiese una falsa culpa. Utilizó a los tres amigos más íntimos de Job en esta empresa, pero Job no sucumbió. Por sus artimañas Satanás llevó a Job a desesperarse de la vida y desear morir, y, es más, le llevó a desear nunca haber nacido; trabajó sus emociones. “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir” (Juan 10:10). Además, es el maestro del engaño. El diablo usó todas estas tácticas contra Job, y son las mismas armas que empelará contra nosotros. Satanás es el rey de la decepción y el engaño.
¿Dónde están sus límites?
Job llegó al límite del mal que Satanás puede hacer al hombre. El único que le superó en experimentar la obra satánica fue el Señor Jesús. Hemos de mantenerlo muy claro que Dios pone los límites en las tentaciones que podemos sufrir: “Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él” (Job 1:12). Al intensificar la prueba Dios movió el límite: “Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida” (Job. 2:4). El diablo no determina nada. Está bajo el dominio de Dios. Job estaba a punto de hundirse cuando Dios intervino, porque no quiso que Satanás le volviese loco con angustia. A veces Dios permite que Satanás mate a una persona. Si lo hace, es porque ha llegado su hora, la hora de la muerte que Dios había determinado para esta persona desde hace siempre.
Si Job estaba cercado, el diablo lo está más. Tiene su esfera de actividad limitado por Dios, y fuera de este lugar no le es permitido moverse. El Señor Jesús dijo a Pedro: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:31, 32). Satanás había obtenido permiso de probar a Pedro, y le fue concedido, pero Dios no le permitió quitar la fe de Pedro por medio de una desesperación demasiado grande para soportar. En todas nuestras tentaciones sabemos: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir” (1 Cor. 10:13). Dios no lo permite. Pedro salió de esta derrota más maduro como persona, y más cerca al Señor como creyente. Le amaba más intensamente que nunca. La tentación de Satanás resultó obrando en contra suya. Toda la obra satánica al final terminará glorificando a Dios y sirviendo a sus propósitos.
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