¿QUÉ QUIERE DIOS?

“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías” (Mal. 1:1).
 
Esta “profecía” no es una predicción acerca del futuro, sino una queja de Dios acerca de todas las cosas que le molestan de la actitud y práctica de los israelitas. Vamos a estudiar estos puntos para ver lo que Dios quiere, o sea, lo opuesto de su queja es lo que desea ver en sus hijos.
 
“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová; y dijisteis: ¿En qué nos amaste?” (1:2). A continuación, Dios habla de su elección de ellos como su pueblo. Lo que Dios quiere de ellos, y de nosotros también, es que valoremos su amor al escogernos para ser suyos. (Ver Ef. 1:4, 5).
 
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si pues soy yo padre; ¿Dónde está mi honra? Y si soy señor, ¿dónde está mi temor? (1:6). Después, Dios explica que la manera de mostrarle honra y temor es ofrecerle lo mejor que tenemos, no lo que nos sobra. Esto es lo que quiere Dios de nosotros.
 
“Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová” (2:7). Dios quiere que sus sacerdotes (que también lo somos nosotros) seamos conocedores de su ley para que otros vengan a nosotros para buscar instrucción en las cosas de Dios.
 
“Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto”. Os hizo uno “porque buscaba una descendencia para Dios” (2:14, 15). Dios quiere fidelidad en el matrimonio. No quiere que el hombre deje a la esposa mayor para buscar a una más joven. El divorcio aleja a los hijos de Dios. Dios quiere descendencia para sí.
 
“Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras…en que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿Dónde está el Dios de justicia?” (2:17). Dios quiere que tengamos fe en su justicia a largo plazo aun cuando, de momento, los malos prosperan y los buenos sufren. Que no seamos sarcásticos ni estemos amargados en cuanto a la justicia de Dios, sino confiados en Él.
 
“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas” (3:8). Dios quiere que le demos lo que le corresponde, para que pueda derramar bendición sobre nosotros (v. 10).
 
“Habéis dicho: Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos afligidos en presencia de Jehová? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no solo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon” (3:14, 15). Dios quiere que consideremos un gran privilegio servirle, que no tengamos envidia de los no creyentes que no le sirven y prosperan económicamente y no les pasa nada. Que pensemos que en servir a Dios hay gran ganancia. Que lo consideremos un honor y un privilegio. Y que nos gocemos en ello. 

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