EL LIBRO DE AMÓS (37)

“Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo» (Amós 9:15).
 
Lectura: Amos 9:11-15.
 
El futuro glorioso de Israel (3)
 
En esta serie sobre el libro de Amós he dependido mucho del comentarista de Andamio, J. A. Motyer, de quien he aprendido mucho. Nunca había estudiado en profundidad el libro de este profeta y comparto su gozo al poder profetizar un final feliz para el verdadero pueblo de Dios, del cual formo parte. Su gozo es el mío y el nuestro al contemplar todas las buenas cosas que Dios nos tiene preparadas. Terminaremos esta serie con la conclusión del libro de nuestro hermano, Motyer:
 
¡Cómo debe haber gozado Amós, el que luchó una y otra vez con la doctrina de la seguridad del pueblo de Dios, al poder escribir esta última palabra! Sin embargo, no es la última palabra. Una cosa es prometer la seguridad eterna, otra garantizarla. ¿Puede él, pueden ellos, podemos nosotros estar absolutamente ciertos en que el tiempo vendrá cuando el Rey reinará sobre una fraternidad universal, cuando la presencia, el poder y la pena del pecado habrán sido quitados de la escena, cuando regirán la abundancia, la satisfacción y la seguridad? ¿Acaso tal cosa no es demasiado idealista para ser realidad, demasiado buena para ser verdad, tan imposible que nunca su pueda realizar? No, porque esto no es una visión de lo que debiera ser ideal, ni una aspiración a la misma, sino una solemne promesa de Dios que ha de cumplirse. Amós comenzó su libro con “las palabras de Amos” (1:1); termina con la frase “ha dicho Jehová Dios tuyo”. Solamente, por segunda vez, en su mensaje tripartito, usa las palabras “tu Dios” (véase 4:12). ¿Qué significan? No sería erróneo decir que hablan de nuestro compromiso para con Él, por el cual podemos decir que hemos tomado al Señor como nuestro Dios (véase Deut. 26:17), pero dicha interpretación no es lo suficientemente fiel al tema de esta sección. No fue el hombre quien declaró, en 7:1-6, que se había anulado el decreto de la destrucción total. Fue Dios. Y al fin de cuentas es Dios quien se compromete a levantar al Rey en su reino (9:11), a devolver la prosperidad de su pueblo (14) y plantar a ese pueblo en su herencia con seguridad eterna (15). “Ha dicho Jehová Dios tuyo”, ¡ese Dios que ha tomado compromiso para contigo!
 
No es algo imposible. Nada podría ser más cierto, más realista como meta de nuestra esperanza. Vendrá el día cuando Él reinará y el pecado no será más, porque “Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Num. 23:19).

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