“Los montes destillarán mosto, y todos los collados se derretirán” (Amós 9:13).
Lectura: Amós 9:11-15.
El futuro glorioso de Israel (2)
Lo que tenemos profetizados en estos versículos es la gloriosa restauración de todas las cosas. Estas promesas nos devuelven a la perfección de la naturaleza en Gen 2 y las bendiciones prometidas en Deuteronomio 28:3-14. Dios se deleita en la abundancia de la hermosura de la tierra. Aquí, aun los montes y los collados parecerán destilar vino dulce (9:13). “Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rom. 8:21). Según el comentarista esto no será solamente materialista, sino que significa más bien “que se ha enderezado las realidades básicas en lo espiritual y lo moral”. Hay plena armonía entre Dios y el hombre y todos los efectos del pecado serán erradicados.
“Y traerá del cautiverio a mi pueblo Israel, y edificarán ellos las ciudades asoladas, y las habitarán; plantarán viñas, y beberán el vino de ellas, harán huertos, y comerán el fruto del ellos” (9:14). Al decir: “Edificarán las ciudades asoladas y las habitarán” (9:14), no tenemos descrita una sociedad agraria, con grandes espacios entre casas, sino ciudades, y, según el contexto, podemos prever buenas relaciones entre vecinos y entre todos los demás ciudadanos: vida productiva y armoniosa en comunidad. La Biblia habla de la Cuidad Santa y podemos interpretar este pasaje a la luz de las promesas de Dios para todo su pueblo.
“Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo» (9:15). Aquí está profetizado el final del cautiverio para siempre y la ubicación de Israel en su tierra, en paz, restaurada, con seguridad y sin temor que ninguna nación vaya a invadir y llevarse el resulto de su trabajo. Amós habría estado muy contento de poder profetizar aquello que siempre había anhelado para su pueblo Israel. Tal como Amós había profetizado, Israel fue expulsado de su tierra debido a su pecado. Fue castigado, pero no aniquilado. Dios salvó al remanente. Con la erradicación del pecado esto nunca más ocurrirá. Queda destruido para siempre el poder del pecado y sus consecuencias: el cautiverio y la desolación de sus tierras. Están establecidos para siempre en la tierra que amán. Ellos mismos y no sus enemigos comerán el fruto de sus huertos. Habrá paz entre el hombre y Dios y entre el hombre y la naturaleza. Se habrá acabado la frustración, la esterilidad, la injusticia y la guerra. Habrá paz entre los hombres, tal como dijo el ángel con la venida de Jesús: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lu. 2:14). Por fin veremos el cumplimiento del mensaje angelical en una tierra redimida.
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