EL LIBRO DE AMÓS (31)

“Los que juran por el pecado de Samaria, y dicen: Por tu Dios, oh Dan, y: Por el camino de Beerseba, caerán, y nunca más le levantarán” (Amos 8:14).
 
Lectura: Amós 8:11-14.
 
Cuando una generación no proclama y enseña la Palabra, la generación siguiente tiene hambre de la verdad, pero no saben definirla con estas palabras, y van buscando alimento por todas partes menos donde puede ser hallado. Pueden terminar practicando religiones falsas y extrañas muy lejos de la realidad. Los jóvenes de este texto fueron atraídos por la religión de Samaria donde adoraban a la diosa Asima y se practicaba el sincretismo, es decir, una mezcla de cosas sacadas de diferentes religiones. Nada de esto es aceptable al Dios de Israel, que exige una adoración exclusiva. El Jehová del Antiguo Testamento es el Padre, Hijo y Espíritu Santo del Nuevo, y no hay otro Dios fuera de Él (Is. 44:6). Nunca deberíamos asistir a un culto en que hayan varias religiones representadas. La primera cosa que hemos de enseñar a nuestros jóvenes es devoción exclusiva a nuestro Dios. Hemos de guardar la fe sin mezclar nuestro culto a Dios con otras religiones.   
 
La segunda es guardar la verdad contra toda corrupción. Dan fue uno de los santuarios establecidos por Jeroboam I (1 Reyes12:29). Descansaba el arca en dos becerros de oro, pero con el tiempo, terminaban creyendo que Jehová era un dios de la fertilidad. Tenemos que guardar la fe tal como fue transmitida por los apóstoles sin añadir o restar nada de su contenido original para hacerlo más atractivo a la gente moderna: “Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 1:3).
 
La tercera es guardar la fe de la superstición. “El camino de Beerseba” llegó a tener una importancia tal que juraban por él. Dice nuestro comentarista: “Es muy comprensible que algo tan arduo como el viaje desde Israel a través de Judá hasta Beerseba fuese considerado como un deber de primera magnitud, que se cumplía por amor a la religión y a Dios. De aquí a la veneración supersticiosa del viaje en sí hay muy poca distancia”. Fue un viaje tan difícil que atribuían un mérito religioso al viaje mismo. Pensar que Dios está obligado a bendecirnos porque hemos cumplido con un deber espiritual no tiene lugar en la Biblia. El acto de ir a la iglesia en sí no aporta bendición. Algunos tienen la idea supersticiosa de que, si no van, algo malo les pasará.
 
¿Por qué estaban los jóvenes desmayados de sed? Porque los cultos no eran conforme a la Palabra de Dios. Porque estaban mezclados con la mundanalidad. Porque no recibían un alimento espiritual que los llenara. Su religión no tenía vida. Al final “caerán y nunca más se levantarán”. “No solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deut. 8:3). Solo puede llenarnos la Palabra de Dios transmitida con la unción del Espíritu Santo y obedecida por un corazón que ama a Dios. Jesús dijo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37). Los que viven bebiendo de Él no desmayarán de sed, sino que “tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is. 40:31).  

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