“He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8:11).
Lectura: Amos 8:11-14.
Viene el gran Día del Juicio, pero a lo largo de la historia, y en nuestras vidas, vienen muchos juicios de Dios como advertencias. Las vemos hoy en la desintegración de la sociedad en la cual hay una pérdida de las viejas normas, los absolutos se van, y las presiones de la vida llegan a ser tan insoportables que la gente encontrará difícil seguir adelante. Todo ello es evidencia de que la gente no puede vivir sin Dios.
Otro juicio de Dios es la retirada de su Palabra. Ya no es valorada o enseñada, y se va desapareciendo, y con ella, toda noción de la verdad, y no habrá manera de recuperarla: “E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán” (8:12). El comentarista señala que buscan la verdad por todas partes menos donde puede ser hallada, esto es, al sur, en Jerusalén, adonde no han ido desde que el Norte de separó del Sur en tiempos de Jeroboam I. Este es el resultado.
Lo vemos en nuestros días. La gente va de iglesia en iglesia buscando un lugar donde se predique la verdad fielmente, todo el consejo de Dios. Si aún es predicada la Palabra en nuestra iglesia, debemos apreciarla y atesorarla, porque pueden venir días en que ya no será permitida.
La gente intenta satisfacer el hambre de la Palabra con aguadas versiones del cristianismo, con una mezcla del cristianismo y el mundo, o con otras religiones, como el budismo o el hinduismo, el yoga, el culto al cuerpo, o con las ideologías contemporáneas. Los que más acusan esta gran pérdida de orientación son los jóvenes: “En aquel tiempo las doncellas hermosas y los jóvenes desmayarán de sed” (8:13). Es a nuestros hijos y jóvenes que tenemos que transmitir fielmente la Palabra de Dios mientras podamos. Pablo dice al joven Timoteo: “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús… Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros” (2 Tim. 1:13, 14). “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:2). “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (deseos carnales) (2 Tim. 4:22, 23). Como padres, maestros de la escuela dominical, pastores y predicadores, hemos de llegar a los jóvenes con la Palabra de Dios o se perderán irremisiblemente como los jóvenes en este texto: “caerán, y nunca más se levantarán” (8:14).
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