“Luego me mostró otra visión. Vi al Señor de pie al lado de una pared que se había construido usando una plomada. Usaba la plomada para ver si aún estaba derecha” (Amós 7:7, NTV).
Lectura: Amós 7:8-9.
Ya van dos visiones, dos intercesiones y dos retracciones del Señor. ¿Ya no habrá juicio? ¿Todo lo que pretende ser pueblo de Dios se escapará? La tercera visión contesta a esta pregunta. Amós tuvo la visión del Señor midiendo “la Iglesia” para ver si estaba derecha: “¿Amós, ¿qué ves? Una plomada, contesté. Y el Señor respondió: Probaré a mi pueblo con esta plomada. Ya no pasaré por alto sus pecados. Los altares paganos de sus antepasados quedarán en ruinas y los santuarios de Israel serán destruidos; acabaré de forma repentina con la dinastía del rey Jeroboam” (7:8-9). Esta vez el profeta no intercede. ¿Por qué no puede interceder como lo hizo las dos veces anteriores? Porque Dios ha dicho que ya no pasará por alto sus pecados. Ha determinado que habrá juicio y mostrará que hay sobrado motivo para ello. La plomada simboliza la medida de la justicia de Dios, y en este caso evidencia que Israel no ha alcanzado la justicia que Dios exige de su pueblo (5:7, 24; 6:12). Amós puede ver que la pared está demasiado torcida como para ser reparada. Tiene que ser derrumbada y reedificada. El tiempo de la misericordia se ha acabado. No hay intercesión posible.
Hay un momento cuando ya no hay intercesión posible. Tenemos otro ejemplo de esto con el profeta Jeremías. Dios le dice: “Os echaré de mi presencia, como eché a todos vuestros hermanos, a toda la generación de Efraín. Tú, pues, no ores por este pueblo, ni levantes por ellos clamor ni oración, ni me ruegues; porque no te oiré” (Jer. 7:15, 16). Cuando ya no hay escapatoria del juicio divino, no hay intercesión que valga. Dios dejó bien claro que el tiempo de la advertencia ha pasado. El pueblo no ha respondido. Solo queda una horrenda expectación de juicio.
Dios le explica con mucha claridad a su profeta los motivos del juicio: “¿No ves lo que éstos hacen en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? Los hijos recogen la leña, las mujeres amasan la masa, para hacer tortas a la reina del cielo y para hacer ofrendas a dioses ajenos, para provocarme a ira. ¿Me provocarán ellos a ira?, dice Jehová. ¿No obran más bien ellos mismos su propia confusión? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: He aquí que mi furor y mi ira se derramarán sobre este lugar, sobre los hombres, sobre los animales, sobre los árboles del campo y sobre los frutos de la tierra; se encenderán, y no se apagarán” (Jer. 7:17-20). Estaban adorando a la reina del cielo como actividad familiar. Además, hacían ofrendas a dioses ajenos. No es culpa de Dios por airarse, sino culpa de ellos. Han traído su propia ruina. Dios destruirá la tierra y sus habitantes por completo. Dios nos hará saber cuándo es tiempo de interceder y cuándo ya es demasiado tarde para ello. Aprovechemos la oportunidad mientras podamos. Tenemos un gran privilegio y mucha responsabilidad.
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