EL LIBRO DE AMÓS (17)

“Después el Señor Soberano me mostró otra visión. Lo vi preparándose para castigar a su pueblo con un gran fuego. El fuego había quemado las profundidades del mar e iba devorando toda la tierra” (7:4).
 
Lectura: Amós 7:4-6.
 
En esta segunda visión el profeta vio un fuego sobrenatural que puede quemar hasta las profundidades del mar, como el fuego que cayó del cielo contra Sodoma y Gomorra, un fuego de juicio. Por segunda vez el profeta intercede, y por segunda vez el Señor se retracta de su juicio: “Entonces el Señor también se retractó de este plan. Tampoco lo haré, dijo el Señor Soberano” (7:6). En la primera visión, Dios iba a mandar un juicio temporal, la destrucción de una cosecha, mientras que, en la segunda visión, Dios iba a mandar un juicio sobrenatural, y lo que juntas comunican estas visiones es que, ni la calamidad natural, ni el juicio sobrenatural pueden acabar con el pueblo de Dios. Como pueblo de Dios no nos referimos a la nación política de Israel, sino al pueblo verdadero de Dios, a los descendentes espirituales de Abraham. Estamos seguros y a salvos, no importa lo que Dios permita o mande.
 
En los dos casos Dios guardó a su pueblo por medio de la oración. Esto nos parece inverosímil. ¿No es Dios soberano? ¿No ha determinado lo que va a suceder en el mundo desde antes de que fuese creado? A estas dos preguntas contestamos con un sí rotundo. Pero hagamos otra pregunta. ¿No nos ha mandado Dios a orar? La respuesta a esta pregunta es otro “sí”. Pero no nos ha mandado a realizar una actividad fútil: “La oración eficaz del justo puede mucho” (Stgo. 5:16). Elías, siendo como nosotros, oró y la tierra se secó. Oró otra vez y la tierra dio su fruto. La oración puede dar vida o muerte.
 
El ministerio de la oración da resultados. No es que cambie la soberana voluntad de Dios; al contrario, hace que se realice. Dios ha determinado actuar en colaboración con el ser humano. Antes de crear al hombre ya sabía lo que íbamos a orar e incorporó nuestras peticiones en sus designios eternos. Esto no quiere decir que el hombre carnal pueda pedir lo que quiera y conseguirlo, sino que el hombre espiritual que ve las cosas desde el punto de vista de Dios puede pedir lo que el Espíritu Santo le mueve a pedir y conseguirlo. La oración se fija en la misericordia y poder de Dios, y pide. Conoce a Dios y pide de acuerdo con lo que Dios le ha revelado. Dios le dio estas dos visiones al profeta, visiones de muerte para su pueblo, para que Amós orase, para que Él pudiese obrar de acuerdo con lo que Amós pidió, porque era su voluntad desde el principio. ¿Conozco profundamente al Señor? ¿Conozco su Palabra? ¿Conozco su voluntad? ¿Oigo su voz? Entonces, sobre esta base, ¡que pida! Jesús dijo: “Pedid y se os dará” (Mat. 7:7).     

Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.