AHORA Y ENTONCES

“Que toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Es por su gran misericordia que hemos nacido de nuevo, porque Dios levantó a Jesucristo de los muertos. Ahora vivimos con gran expectación y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar, ni deteriorarse. Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean. Así que alégrense de verdad. Les espera una alegría inmensa, aun cuando tengan que soportar muchas pruebas por un tiempo breve” (1 Pedro 1: 3-7, NTV).
 
Lo que nos espera es tan superior a cualquier bien que hayamos conocido en esta vida que, aunque tengamos que pasar por muchas pruebas duras, todo esto quedará insignificante a la luz de aquello cuando Él venga en gloria y gran poder. Aquí todo se pasa, se corrompe, se estropea; allí todo rebosa de vida, pureza y resplandor. Nuestra brillante esperanza se refleja en el himno siguiente:
 
Aquí una vida breve es nuestra porción, breve tristeza, breves cuidados;
La vida que no conoce fin, la vida sin lágrimas está allí.
¡Oh feliz retribución! Poca labor, descanso eterno,
Para mortales y para pecadores, ¡una mansión con los benditos!   
El duelo de ahora se cambiará por placer entonces, tal placer que ninguna voz humana aquí abajo pueda expresar, ni corazón humano pueda conocer.
Ahora luchamos la recia batalla, pero entonces llevaremos la corona de completa, eterna y desapasionada fama.
Ahora velamos y luchamos; ahora vivimos en esperanza, y Sion, en su angustia, la gran Babilonia tiene que resistir.
Él en quien confiamos ahora, entonces será manifestado y conocido,
Y los que lo conocen y ven lo tendrán por posesión propia. 
La mañana despertará, las sombras se desvanecerán,
Y cada siervo de fiel corazón brillará como la luz del mediodía. 
Allí, Dios nuestro Rey y porción, en la plenitud de su gracia,
Lo veremos entonces y para siempre, y lo adoraremos cara a cara.
¡Oh dulce y bendito país, el hogar de los elegidos de Dios!,
¡Oh dulce y bendito país, la esperanza de corazones anhelantes!
Jesús, en misericordia tráenos a aquella tierra amada de descanso,
Tú, quien eres, con Dios el Padre y el Espíritu, para siempre bendito. Amén
                                                          
Bernard de Cluny, Siglo XII
 
Amado Padre, te ha complacido entregarnos el reino, y ha sido nuestro placer recibirlo. Señor Jesús, tu Iglesia te espera.

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