NUESTRA FAMILIA

“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).
 
“La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (Prov. 14:1).
 
Ser creyente no necesariamente significa ser sabio. Es muy difícil edificar una casa en estos días en que las autoridades del país parecen pretender la disolución de la familia tradicional. La mujer sabia edifica la casa, y Dios edifica la casa, los dos trabajando juntos. Solo así se puede mantener la familia unida y funcionando.
 
Cuento unos testimonios de mujeres sabias con una sabiduría que procede de Dios. Una de ellas estaba en el parque con los niños y los llamó, porque ya se tenían que ir, ¡y vinieron! Las otras madres se quedaron estupefactas. ¿Cómo lo consigues?, le preguntaron. Al ver el buen comportamiento y la obediencia de sus hijos algunas le dijeron: “¡Qué suerte has tenido con esto niños!”. Pero no tiene nada que ver con la suerte. Es la disciplina consistente lo que lo consigue. Por ejemplo, un día llamó a sus hijos y tardaron mucho en venir. Ella dijo: “Vale, esteréis una semana sin parque”, y ella respetó lo prometido. ¡La vez siguiente vinieron inmediatamente! Ella explica que los castigos tienen que ser lógicos y sensatos. Amenazar grandes castigos como: “Nunca más en la vida te voy a llevar al parque”, hace más mal que bien.
 
La disciplina empieza cuando nacen. Si consientes a darles de comer cuando ellos lo demandan, van a seguir con este patrón en la niñez. Aprenden que cuando lloran consiguen lo que quieren. Es más, la madre que se levanta cada dos horas parar darles el pecho pronto quedará agotada.
 
Unos niños pedían ir a MacDonald como familia. La madre dijo que no, porque estaban ahorrando dinero para que uno de los hijos fuese de campamento. Otro dijo: “Entonces, ¿el año que viene me tocará a mí? Ella contestó algo que da mucho a pensar. Dijo: “No lo sé. Somos una familia, y una vez tenemos que usar nuestro dinero para alguno de vosotros y otra vez para otro. No sois todos iguales. Sois muy diferentes. No tengo ninguna obligación de dar lo mismo a cada uno. Cuando uno tiene una necesidad, el dinero va para él. Y los demás contentos, entendéis, porque somos una familia”.
 
Una niña de un año estaba sentada en la mesa en su trona. Miró a lo que estaba en la mesa y señaló con el dedo a lo que quería. La madre le ofreció lo que ella quería que comiese. La niña giró la cabeza y lloró. Volvió a señalar con el dedo a lo que quería. La madre le volvió a ofrecer lo que quería que comiese. La niña giró la cabeza y lloró. Volvió a señalar con el dedo y la madre le volvió a ofrecer lo que ella quería que comiese. Se iba repitiendo la misma escena durante unos diez minutos. La madre no dijo nada. Se mantuvo con calma y firmeza como siempre. Esta mujer fue todo un ejemplo de paciencia. La niña no se salió con la suya. Fue una lección más para ella que los padres decidan lo que ella va a comer y que llorando no va a conseguir nada.
 
La mujer sabia edifica la casa, ¡pero requiere mucho de su parte! Los niños no salen bien porque los padres han tenido mucha suerte, sino porque han tenido sabiduría, firmeza, paciencia, calma y perseverancia.    

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