“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
Lectura: Juan 16:18-21.
El mundo está de duelo en estos días por la muerte de la monarca de Inglaterra, Isabel II, amada y respetada por toda su Commonwealth. En la voluntad de Dios su reinado se extendió durante un período de setenta años. Llegó a ser heredera del trono cuando su tío, Eduardo VIII, abdicó porque quería casarse con una divorciada. Puesto que el monarca era también la cabeza de la Iglesia Anglicana y que la Iglesia no permitía casarse con una divorciada, su tío tuvo que abdicar, y la siguiente en línea para el trono, después de su padre, Jorge VI, era ella. ¡Qué curioso! ¡Ahora el que la sigue en el trono es un hombre divorciado! Cómo ha cambiado el mundo en el período de su reinado, y esto, a pesar suyo. Antes, la sociedad rechazaba el divorcio, ahora lo acepta.
Qué difícil lo tenía la Reina cuando su propio hijo se divorció y se casó con una divorciada, los dos con familias ya formadas, y poco después su exnuera, la Princesa Diana, se precipitó a una vida de inmoralidad y murió en un accidente de tráfico juntamente con su amante. Ninguna de estas conductas tuvo su aprobación, pero el mundo se volcó en muestras de simpatía y profundo dolor por la muerte de Diana. ¿Qué iba a hacer la reina? ¿Ponerse de acuerdo con el criterio del mundo y sacrificar sus principios? La monarca se mantuvo de acuerdo a sus principios e incurrió en la desaprobación del pueblo que gobernaba. Fue una prueba muy dura. ¿Qué haríamos nosotros como padres cristianos en circunstancias parecidas? Todo esto nos hace pensar.
Nuestro propósito no es juzgar a la gente, sino hablar de la iglesia y de nosotros como cristianos. Es verdad que el mundo ha cambiado de criterio desde comienzos del reinado de la reina; esto es normal. Siempre va cambiando. Pero lo que nos llama la atención es que la iglesia ha ido adaptando el criterio del mundo. Cuando Isabel II subió al trono, la gran mayoría creía que el divorcio era intolerable. La Iglesia en España no permitía el divorcio. Ahora, en general, la iglesia acepta el divorcio y las segundas nupcias. Lo que el mundo consideraba mal, ahora la Iglesia Evangélica lo acepta como válido. Lo que la reina de Inglaterra no podía aprobar en la conducta de sus hijos, los padres cristianos aceptan en la conducta de los suyos. ¿Cuántos padres de nuestras iglesias están dispuestos a prohibir y castigar la conducta mundana de sus hijos hoy día? Muchos padres permiten que sus hijos vivan en casa y aun los mantienen económicamente mientras practican una vida de inmoralidad. En términos generales la Iglesia Evangélica practica un nivel de moralidad más bajo que el que prevalecía en el mundo hace 70 años.
El apóstol Pablo tuvo que decir a la iglesia de Corinto que su inmoralidad superaba a la del mundo: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles (los del mundo)” (1 Cor. 5:1). Dios juzgará al mundo por su pecado, pero “es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). Pongamos, pues, nuestra casa en orden.
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