“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Prov. 22:6).
Lectura: 2 Tim. 2:16-23.
Estamos criando a nuestros hijos para ser siervos de Dios. Nacieron con una naturaleza caída que busca su propio placer, y nosotros tenemos la tarea de formarlos para que amen la voluntad de Dios y busquen su placer. La meta inmediata es que sean obedientes a lo que nosotros les mandamos, para que, en el día de mañana, cuando conozcan al Señor, ya estén preparados para servirle siendo obedientes a su Palabra, con una vida recta y ordenada. La crianza de un hijo es un discipulado, tanto en la enseñanza bíblica como en la conducta correcta. “El siervo del Señor no de ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se ponen” (2 Tim. 2:24-25).
Así que hemos de enseñar a nuestros hijos a no discutir con nosotros nunca, porque somos sus padres y tenemos autoridad sobre ellos, ni con sus profesores en el colegio, sino a ser respetuosos; ni a ser contenciosos con sus amigos, siempre discutiendo, ni a pensar que siempre tienen razón, sino a escuchar a la otra persona antes de opinar, a llevarse bien con todos en cuanto sea posible.
Hemos de enseñarles a ser amables, a saludar, a interesarse por la otra persona, a no siempre hablar de ellos mismos, a ser respetuosos, a no hacer acepciones de personas, a ayudar a otros, a tener la disposición de servir, a ofrecer su ayuda en casa cuando ven a sus padres trabajando, o a ver lo que hace falta hacer y hacerlo.
Antes de ser aptos para enseñar, tienen que ser aptos para aprender. Que aprendan a disfrutar del aprendizaje. Conozco a niños que quieren aprender, que preguntan, que investigan, que estudian porque quieren saber. Estos pueden ser buenos maestros en el día de mañana.
Un niño sufrido es uno que puede soportar dificultades, complicaciones, obstáculos, e interrupciones. No siempre tiene que salirse con su propia voluntad. Es difícil enseñar a un niño estas cosas. No lo aprende por medio de la teoría, sino en la práctica. Si le enseñas historias bíblicas, que hablen de qué clase de persona tiene que ser para ser como estos héroes de la fe. El niño David era paciente. Pasó horas viendo como las ovejas comían. De mayor tuvo paciencia con el pueblo de Dios.
La última cosa que vamos a señalar de este versículo es como corregir. El niño tiene que aprender a ser corregido antes de poder corregir correctamente. No debe contradecir a sus padres. Tiene que saber lo que está bien y lo que está mal para entender lo que ha de ser corregido. En el colegio escuchará muchas cosas, algunas de acuerdo con la verdad de Dios, y otras no. ¿Cómo tiene que “corregir” al maestro si enseña algo que Dios no quiere y todavía ser respetuoso? Esto lo aprenderá en su casa. En el día de mañana usará estas cualidades para servir en la iglesia.
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