EL LIBRO DE AMÓS (4)

“Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque trillaron a Galaad con trillos de hierro” (Amós 1:3).
 
Lectura: Amos 1:6, 9, 11; 13; 2:1, 4, 6.
 
Después de esta larga introducción, entremos de lleno en el libro de Amós. El profeta empieza pronunciando juicios de Dios sobre Damasco, Gaza, Tiro, Edom, Amón, Moab, Judá e Israel. Su castigo cae sobre las naciones paganas por su inhumanidad en el trato con sus enemigos, por sus crímenes de guerra. Hoy día podemos pensar en muchos ejemplos actuales. Lo que es seguro es que estas naciones no se quedarán impunes. En cambio, los pecados de Judá son el rechazo de la Palabra de Dios y la idolatría. Los pecados de Israel, el reino del Norte, son el abuso de los pobres y la inmoralidad. Dios mantiene a cada nación responsable por no seguir los principios morales que conoce en su trato con el prójimo, pero mantiene a Judá como responsable por el rechazo de su Ley. Israel ya estaba más degenerado de Judá, y Dios ya no le habla de la Ley, porque ya la descartó hacía 200 años cuando se separó de Judá, sino que le habla de pecados sociales, porque su conciencia no llega a más.
 
Dios les recuerda lo que hizo por ellos en el pasado: los sacó de Egipto, los condujo por el desierto y les envió profetas, pero ellos no les hicieron caso y se burlaron de ellos. Después Dios abre su corazón: “A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por vuestras maldades” (3:2). Vemos que Dios no muestra favoritismo ni pasa por alto los pecados de su pueblo por el gran amor que les tiene, sino todo lo contrario. Cuanto más lo conoce una persona, más duramente Dios la castiga por su pecado, porque esta es la medida de su amor. El amor castiga el pecado. Para algunas personas modernas esto sueno anticuado, como algo del Antiguo Testamento que no se corresponde con el trato de Dios con su pueblo en el día de hoy, pero continúa en el Nuevo Testamento: “De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa, porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio como y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen” (1 Cor. 11: 27-30).   
 
“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (3:3). Dios quiere andar en comunión con su pueblo, pero no puede si ellos no andan por sus caminos. Si no estamos viviendo una vida de justicia, Dios no andará con nosotros. ¡Así de claro! Tampoco tendremos comunión los unos con los otros si no andamos con Dios: “Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). El propósito de la advertencia es llevar a su pueblo al arrepentimiento. ¿Surtirá efecto? ¿Qué pasará si no? Veremos. Dios termina este primer mensaje como lo empezó: “Jehová rugirá desde Sion, dará su voz desde Jerusalén, y los campos de los pastores se enlutarán, y se secará la cumbre del Carmelo” (1:2), y “Si el león ruge, ¿Quién no temerá?” (3:8). El León ha rugido. Temámoslo.   

    

Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.