EL LIBRO DE AMÓS (2)

“Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres” (Amós 2:4).
 
Lectura: Amós 7:10-17.
 
Ayer vimos cómo el rey Jeroboam estableció una nueva religión y la llamó culto a Jehová. Alguien podría decir: “¿Pero no está bien modernizar? ¿Para qué queremos estar atados a las tradiciones del pasado?” Una cosa es estar atado a las tradiciones de hombres, y otra cosa, muy diferente, es estar atado a las enseñanzas eternas de Dios que tenemos escritas en la Biblia. Otro podría preguntar: “¿Pero el culpable era el rey, no el pueblo, no? ¿Cómo sabían estos creyentes que lo que el rey introdujo estaba mal?”. Todos los israelitas sabían lo que enseñaban las Escrituras porque escuchaban la lectura de los libros de Moisés de forma regular en las asambleas religiosas. Cada uno es responsable por lo que decide. Lo que pasa es que “Por donde va la gente, va Vicente”, y la gente se dejaba engañar por el rey, para no destacar, para no llamar la atención, para no separarse de los demás, y para no estar solos. Pero, había los que se daban plena cuenta y estaban dispuestos a emigrar al Reino del Sur para tener el Templo cerca, para poder escuchar la lectura de las Escrituras y para practicar la fe en Dios tal como venía estipulada por Dios mismo por medio de su siervo Moisés. 
 
Ahora pasa lo mismo. La Iglesia va “evolucionando” con los tiempos. Hay nuevas interpretaciones de las enseñanzas éticas que tenemos en la Biblia. La diferencia es que hoy día cada creyente tiene su propia Biblia y puede investigar por sí mismo lo que está escrito, pero la mayoría sigue la interpretación del pastor y depende de él. La actitud correcta es esta: “Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).
 
El sacerdote Amasías es un triste ejemplo de un líder religioso que practicaba escrupulosamente el nuevo orden religioso que había sido aceptado por todo el mundo, sin importarle lo que enseñaba la Palabra de Dios al respecto. Amasías dijo al rey Jeroboam II: “Amós se ha levantado contra ti en medio de la casa de Israel; la tierra no puede sufrir todas sus palabras, porque así ha dicho Amós: Jeroboam morirá a espada, e Israel será llevado de su tierra en cautiverio. Y Amasías dijo a Amós: Vidente, vete, huye a tierra de Judá, y come allá tu pan, profetiza allá, y no profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey, y capital del reino” (7:10-13). Amós fue acusado de poco menos que de no respetar al gobierno, de ser traidor y revolucionario. Esto es lo que pasa a alguien que permanece fiel a lo que Dios estableció siglos atrás: “Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras en pos de los cuales anduvieron sus padres” (2:4).

    

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