“Ustedes se jactan de su conquista de Lo-debar y alardean: ¿No tomamos Carnáyim por nuestra propia fuerza? Oh pueblo de Israel, estoy a punto de levantar una nación enemiga contra ti, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. Los oprimirán por todo su territorio, desde Lebo-hamat en el norte hasta el valle de Arabá en el sur” (Amós 6:13, 14).
Lectura: Amós 7:1-3.
Israel acababa de conseguir una gran victoria militar sobre Lo-debar y Carnáyim y estaba muy orgulloso de su rey. No les importaba para nada la corrupción moral de su Estado, pero cuando esto se produjo, el país terminó por destruirse. La decadencia moral es lo que causó la caída el imperio romano. Vivimos en un país orgulloso de su “progreso”. En pocos años se ha modernizado para ponerse a la par de las otras naciones europeas, y nos enorgullecemos de ello, pero nadie se fija en la corrupción moral que nos envuelve y que aumenta con una rapidez asombrosa. Y no nos damos cuenta de que justo en ello están las semillas que fructificarán para causar el colapso de la nación. Fue este el caso de Israel y Dios les adelanta que en breve su celebración de victoria dará paso al lamento inconsolable por la destrucción de su país.
“Al ver a Samaria en ruinas en el año 722 a. C., cuando las madres habían perdido a sus hijos y los maridos a sus esposas, cuando había incontables huérfanos y muchísima gente reducida a la pobreza más abyecta, preguntaron “por qué? Lo han hecho los asirios, decían algunos, y tenían razón (6:14). Lo ha hecho Dios, decían otros, y ellos también tenían razón (6:1-3, 4-7). Lo ha hecho el orgullo, dijo Amós (6:8), y fue la suya la más realista de las explicaciones acerca del enemigo del pueblo” (Motyer).
Leyendo acerca de todos estos juicios y la terrible destrucción que Israel iba a sufrir, uno podría dudar de si Dios ya había cortado la relación con su pueblo para siempre. En los tres últimos capítulos del libro, la expresión “Jehová Dios de los ejércitos” aparece veinte veces. Comunica la idea de la soberanía absoluta de Dios, que Él puede implantar su propia voluntad para hacer aquello que concuerda con su nombre divino, voluntad que implica juicio y salvación. “Dios de los ejércitos celestiales” es un título temible denotando la fuerza irresistible de Dios para ejecutar sus justos juicios. “Jehová” significa “Dios salva”. El nombre completo, “Jehová Dios de los ejércitos”, une las dos ideas, Dios enjuicia para salvar. Esto es justo lo que pasó en la Cruz del Calvario.
¿Dios ha acabado con su pueblo? Esta es la misma pregunta que hace el apóstol Pablo frente al rechazo de su Mesías de parte de Israel. Dios escogió este pueblo de acuerdo con su propósito y libre voluntad y lo guardará a pesar de sus caídas y fracasos para finalmente introducirlo en todo aquello que le había prometido desde el principio de acuerdo con sus propósitos eternos. Toda la Biblia, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, comunica el mismo mensaje: que Dios nunca abandonará a su pueblo.
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