EL LIBRO DE AMÓS (11)

El día del Señor:
“¡Qué aflicción les espera a ustedes que dicen: “Si solo fuese el día del Señor!! No tienen la menor idea de los que desean. Ese día no traerá luz sino oscuridad” (Amós 5:18).
Lectura: Amos 5: 18-20.
“¡Ay de los que desean el día de Jehová!”. Amós está escribiendo a personas que se llamen creyentes. Son piadosas, muy espirituales. Están deseando el “Día del Señor” porque piensan que va a traer la realización de todos sus sueños, la venida del Mesías y la inauguración de su reino. Por su puesto, creen que ellos van a ser los favorecidos en aquel día. “¡Ojalá, que venga el Señor pronto!” es lo que están diciendo. Son como muchos creyentes en el día de hoy. Creen que la venida del Señor Jesús va a poner fin a todas sus tribulaciones y marcar el comienzo de un tiempo de bienestar y paz tal como el mundo nunca ha visto y que ellos formarán parte de aquel reino porque creen en Cristo, pero no están preparados para ello.  
Amos dice a esta gente religiosa, pero inconsecuente, “Lo que les espera no es lo que pensáis. Las cosas van a ser mucho peores que ahora para vosotros: “En ese día ustedes serán como un hombre que huye de un león, sólo para encontrarse con un oso” (5:19). “Así es, el día del Señor será oscuro y sin remedio, sin un rayo de alegría ni esperanza” (5:20), porque el día de salvación habrá acabado, y vendrá el día del juicio, y para todos los que se creen creyentes, pero no viven como tales, será el día de su condenación.
Luego el Señor les explica lo que piensa de su religión, o, en nuestro caso, de nuestros cultos y actividades religiosas: “Odio todos sus grandes alardes y pretensiones, la hipocresía de sus festivales religiosos y asambleas solemnes. No aceptaré sus ofrendas quemadas ni sus ofrendas de grano. Ni siquiera prestaré atención a sus ofrendas selectas de paz. ¡Fuera de aquí con sus ruidosos himnos de alabanza! No escucharé la música de sus arpas” (5:21-23). Es como si el Señor nos dijese a nosotros: “No me gustan vuestros cultos, comidas de comunión fraternales, conjuntos musicales o grupos de alabanza. Para mí son una hipocresía y ruido estrepitoso.

¿Qué es lo que el Señor quiere? “En cambio quiero ver una tremenda inundación de justicia y un río inagotable de rectitud” (5:24). Dios quiere ver vidas consecuentes con la fe que profesamos. Que vivamos en justicia, que hagamos lo que está bien, que obedezcamos su Palabra, que hagamos el bien al prójimo, que nuestras casas reflejen su orden y paz, que seamos buenos maridos, esposas, e hijos,  que vivamos como santos en la calle y en el lugar del trabajo, y que se vea el amor que profesamos tener para Dios y sea reflejado en vidas de santidad, llenas de buenas obras y apartadas del mundo y su manera de pensar: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). “Que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras” (Tito 3:1, 14). Éstos son los que tendrán gozo en el día del Señor.  

  

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