“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16).
Lectura: Juan 15:16-21.
Dios nos salvó y nos puso en este mundo para dar fruto, en nuestro caso, como mujeres. Vayamos por partes:
Como mujeres:
No hace falta ser hombre para llevar fruto. Hay mujeres que piensan que el marido lo es todo y “yo no soy nadie”. Éstas están anuladas, su personalidad se ha apagado y han suprimido sus dones. El Señor nos salvó para potenciarnos, no para apagarnos. No hace falta ser el apóstol Pablo para llevar fruto. Él llevó a cabo la voluntad de Dios para su vida, y, por la gracia de Dios, nosotras vamos a llevar a cabo su voluntad para la nuestra.
Fruto:
El fruto procede de nuestra relación con Cristo. Es Cristo en nosotros el que produce el fruto. Estrictamente hablando, este fruto es parte de la aflicción de su alma: “Verá el fruto de la aflicción de su alma (¡por medio nuestro también!) y quedará satisfecho” (Is. 53:11). Cristo murió sin fruto. Éste no vino hasta Pentecostés cuando descendió el Espíritu Santo y produjo una gran cosecha de almas salvadas y vidas transformadas. Tus dones y el fruto del Espíritu colaboran para dar fruto que forma parte de la gran cosecha de la cruz.
Damos fruto en este mundo:
Damos el fruto precisamente en este mundo hostil al evangelio, intolerante y lleno de prejuicios. Lo que el mundo necesita ver son mujeres que funcionan como tales, conforme a cómo Dios nos ha programado a funcionar. Necesita ver a esposas en un mundo que ha perdido fe en el matrimonio, esposas que viven de acuerdo con las directrices bíblicas. Necesita ver a madres en un mundo que no quiere ver a más niños, madres que tienen vocación de ser madres para la gloria de Dios, que saben disciplinar a sus hijos, y que no viven agotadas y estresadas. Necesita ver a abuelas en un mundo que las encierra en residencias, abuelas activas que viven con sus familias ayudándoles y aportando sabiduría a sus nietos con la autoridad que procede de Dios. Y necesita ver a solteras que han encontrado su vida y su satisfacción en Cristo, contentas con la vocación de ser solteras, usando su tiempo para servir al Señor, con corazones llenos de amor por Él y felices en el Señor.
No permitas que el diablo te diga que no haces nada. Ser mujer como Dios quiere es precisamente lo que el mundo necesita ver. Es un gran ministerio. Glorificas a Dios siendo mujer. Tu vida defiende la enseñanza de la Biblia. Tu plenitud en Cristo da evidencia de la existencia y plena suficiencia de Dios. Como la bombilla no habla, sino que da luz, el solo hecho de ser tú misma, feliz en el Señor, da testimonio en un mundo muy oscuro que te necesita. “Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14).
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