NUESTRA CRIANZA DEL NIÑO

“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Tim. 2:15).
 
Lectura: 2 Tim. 2:16-23.
 
Estamos criando a nuestros hijos para que sean siervos de Dios en el día de mañana, y también en el día de hoy, como el pequeño Samuel. ¿Cuáles son las cualidades que ha de tener un siervo de Dios? Este pasaje nombra unas cuantas:
 
“Evita las conversaciones inútiles y necias, que solo llevan a una conducta cada vez más mundana” (2:16, NTV). ¿Cómo enseñas a un niño a no hablar de cosas “inútiles y necias”? Conversa con él sobre cosas importantes. Díselo cuando habla de tonterías. Enséñale a no hablar con amigos por teléfono o por el móvil acerca de cosas que solo echan a perder el tiempo.
 
“La verdad de Dios se mantiene firme como una piedra de cimiento con la siguiente inscripción: “El Señor conoce a los que son suyos” y “Todos los que pertenecen al Señor deben apartarse de la maldad” (2:19). Si tu hijo conoce al Señor, el Señor lo reconoce como uno de los suyos, y los demás ven que es de Dios porque se aparta de la maldad. Alguien que pretende ser de Dios y practica la maldad se engaña a sí mismo. El hijo de Dios vive correctamente. En este mundo en que vivimos, inmerso en maldad, el hijo de Dios destaca. En el hogar le enseñamos a apartarse de ella. Se puede encontrar muy solo en el colegio, pero este es el precio que tendrá que pagar.
 
“Si te mantienes puro, serás un utensilio especial para uso honorable. Tu vida será limpia, y estarás listo para que el Maestro te use en toda buena obra” (2:21). Llévalo a las actividades para niños de la iglesia y a campamentos cristianos para que pueda estar con otros niños de familia creyente: “Disfruta del compañerismo de los que invocan al Señor con un corazón puro” (2:22). Invita a niños cristianos a tu casa. Si procede, deja que participe en conversaciones con mayores que aman al Señor. Ayúdalo en todo lo que puedas para que tenga amigos creyentes, aun si son mayores.   
 
“Huye de todo lo que estimula las pasiones juveniles. En cambio, sigue la vida recta, la fidelidad, el amor y la paz” (2:22). Hay muchas cosas de las cuales es necesario que tu hijo huya: programas eróticos de las pantallas, música erótica, chicas seductoras, y la enseñanza explícita que recibirá en el colegio. Habla con él de lo que le enseñan sus profesores y de lo que hacen sus compañeros de clase; habla con los profesores; habla con otros padres cristianos. Busca soluciones. Ora pidiendo la ayuda del Señor. Protege a tus hijos pequeños de la contaminación de este mundo. Ayuda a tus hijos mayores a mantenerse limpios de las perversiones que le rodean. La meta es mantener a tu hijo puro para que sea apto para servir al Señor. Desde muy pequeñitos ya pueden estar sirviendo al Señor en su forma de hablar y de comportarse. Han de ser estrellas, no del rock, sino del Señor, en la oscuridad de la noche en la que vivimos: “irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecen como luminares en el mundo” (Fil. 2:15).

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