EL AMOR DE JESÚS

“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado” (Juan 15:9).
 
Lectura: Juan 15:9-15.
 
La pregunta era: ¿A quién consideras amigo tuyo? Una mujer contestó que para ella un amigo es uno que escucha sus problemas, que te entiende, que puedes llamarle a las tantas de la madrugada y hablar con él si te encuentras mal, es una persona que siempre está disponible para lo que tú necesitas.
 
La idea de Jesús es todo lo contrario. Ella pensaba en un amigo como alguien que le daba lo que ella necesitaba, mientras Jesús pensaba en un amigo como alguien a quien dar. Jesús da a sus amigos todo lo que es y todo lo que ha recibido del Padre. Los amigos los escoge él con este fin: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros” (15:16). Para nosotros esto es increíble. No nos ha escogido para recibir nada de nosotros, sino para darnos todo lo que es y todo lo que tiene. 
 
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si habéis lo que yo os mando” (15:13, 14). Si no, no. Uno que no hace lo que Jesús nos ha mandado no es amigo suyo y, por implicación, no recibe los beneficios de serlo, o sea, de la vida de Jesús puesta por él; no es salvo. Si lo amamos, porque él nos amó primero, le obedeceremos. Fuera de esta relación de amor no hay salvación. Hermoso y duro, la dos cosas. Hermoso para los que son sus amigos y duro para los que no lo son. En cuanto a la amistad, Jesús nos considera sus amigos y ha puesto su vida por nosotros, porque nos ama.
 
El amor que el Señor Jesús nos tiene es superior a cualquier otro amor. Nos dice: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado”. Esta es la medida de su amor. Él es el objeto del amor del Padre y nosotros somos los objetos de su amor, y los hermanos son el objeto de nuestro amor: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (15:12).    
 
“Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (15:15). El Señor Jesús estaba escuchando al Padre cada mañana y recibiendo palabras de ánimo, consuelo y vida del Padre para luego transmitir toda esta energía celestial a sus amigos: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabra al cansado, despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios” (Is. 50:4). ¡Hemos de aprender la lección! El Señor se levantaba cada mañana de forma disciplinada para recibir, para tener palabras para dar a los demás. Y ahora desde el cielo nos ha mandado su Espíritu a sus amigos para compartir con nosotros todo lo que ha aprendido del Padre, para darnos fuerza y ánimo para el camino, para que no nos cansemos en hacer el bien, sabiendo que cosecharemos si no desmayamos. El Señor Jesús desde el cielo nos está revelando la Palabra de Dios, nos está abriendo el entendimiento, está compartiendo sus secretos, sus planes, sus designios eternos, para hacernos participes en todo lo que hace, porque somos sus amigos, porque nos ha escogido para amarnos.  

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