EL DRAGÓN

“¿Sacarás tú al leviatán con anzuelo, o con cuerda que le eches en su lengua?” (Job 41:1).
 
Lectura: Job 41:1-8.
 
El capítulo 41 de Job es una descripción del diablo. Todo el libro de Job se versa sobre el conflicto entre el diablo y Dios acerca de quién va a ocupar el trono del universo. Satanás mantiene que nadie ama a Dios por lo que Él es en sí mismo, sino por el provecho que puede sacar de Él (Job 1:9-11). Es para decir: ¿Para qué quieres reinar sobre un pueblo que no te ama? Dios le contesta que tiene a uno que sí, que le ama de verdad, a Job. Entonces el diablo hace todo lo que está en su alcance para que Job renuncie su relación de amor con Dios. Le quita todo lo que tiene, lo ataca por medio de otros creyentes que son amigos suyos, lo confunde, lo acusa, y le muestra su indignidad para apartarlo de Dios y así mostrar que Dios está sin pueblo, que no tiene a nadie de verdad, que lo ame. Dios le contesta que, si Satanás tuviera el reino, sería incapaz de gobernarlo, porque le falta el conocimiento, la sabiduría, la inteligencia y la información para hacerlo (Job 38 y 39), y luego Dios defiende a Job de su adversario que es demasiado fuerte para él.  
 
¡El diablo no es ningún juguete! No te metas con él. No puedes regatear con él (v. 6). No puedes matarlo (v. 7). No puedes pelear con él (v. 8). ¡Más vale que no lo despiertes! (v. 10). El ser humano es impotente contra él. Sin embargo, ¡Dios dice que el diablo pertenece a Él! Lo emplea para sus fines. Es criatura suya, porque: “Todo lo que hay debajo del cielo es mío” (v. 11). Satanás es invencible (v. 16). “con sus estornudos enciendo lumbre, y sus ojos son como los parpados del alba” (v. 18). Él es Lucifer, pero da una luz malévola, engañosa. En Is. 14:12 leemos: “¡Como caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!”.
 
El diablo convierte la tierra en desierto: “(Babilonia) nunca más será habitada ni se morará en ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada; sino que dormirán allí las fieras del desierto” (v. 20, 21).
 
 “En su cerviz está la fuerza, y delante del él se esparce el desaliento” (v. 22.). Tiene corazón de piedra: “Su corazón es firme como una piedra, y fuerte la muela de abajo” (v. 24). No hay forma de destruirlo: “Cuando uno le alcanzare, ni espada, ni lanza, ni dardo, ni coselete durará. Estima como paja el hierro, y el bronce como leño podrido. Saeta no le hace huir; las piedras de honda le son como paja. Tiene toda arma por hojarasca, y del blandir de la jabalina se burla… No hay sobre la tierra quien se le parezca; animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosas altas; es rey sobre todos los soberbios (41:26-34).  ¡Él es el contencioso! Es el antiguo enemigo de Dios, el que quería suplantarlo y quitarle el reino: “Después hubo un gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaba el dragón con sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él” (Ap. 127-9). Él es el adversario y rival de Dios. Dios ya ha dicho que Él puede “mirar a todo altivo, y abatirlo” (40:11). Esto es lo que hizo Cristo en la cruz, en medio de gran debilidad y humildad, como hombre, totalmente dependente de Dios. A pesar de todo lo que Dios le hizo sufrir, se mantuvo fiel a Él, resistió al diablo, ¡y venció al gran enemigo de Dios! 

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