EL TRABAJO DEL PASTOR

«¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? (Mateo 18:12).
 
Esta imagen del buen pastor yendo por los montes, por despeñaderos, de día, de noche, incansable en su búsqueda, siempre siguiendo la  pista de la oveja perdida, acercándose hasta acorralarla, es la que debe llenar la imaginación de los padres y madres que oren sin cesar por sus hijos que se han alejado de Dios. Esta imagen es la que el Señor nos da para confortarnos mientras esperamos las respuestas a nuestras oraciones. El Señor vino a buscar lo que se había perdido «y el que busca halla» –siempre (Mateo 7:8). «El pastor va tras la que se había perdido hasta encontrarla» (Lucas 15:4). La mujer que perdido la moneda «busca con diligencia hasta encontrarla» (Lucas 15:8) y el padre del pródigo abrazó de nuevo a su hijo porque el Pastor lo encontró allá en el país lejano donde se había metido (Lucas 15:20). 
 
Notamos que no son las madres ovejas o los padres los que van al monte a buscar al corderito perdido, sino el pastor, pues, es su oveja la que se perdió. Las madres ovejas han parido el pequeño, y lo han criado, pero al fin de cuentas, no es de ella, ni del padre, sino del pastor. Por esto lo busca. Cuando los hijos son mayores los padres ya han hecho su trabajo. Ahora toca al Pastor acorralarle y devolverle al redil. El trabajo de los padres ahora consiste en orar, confiar y esperar con esperanza mientras el Pastor persigue su búsqueda. Decimos esperar con confianza, porque el que busca, halla.

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