“Conozcamos entre nosotros cuál sea lo bueno. Porque Job ha dicho: Yo soy justo, y Dios me ha quitado mi derecho” (Job. 34:4-5).
Lectura: Job 34:6-12.
Ahor Eliú revierte a la táctica de citar mal a Job y de calumniarlo, de la misma manera que el enemigo usó estas tácticas con el Señor Jesús en la cruz. El mismo título escrito sobre la cruz de Cristo fue una burla y un desprecio: “Este es Jesús, el rey de los judíos” (Mat. 27:37). “Los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz” (Mat. 27:39, 40). Jesús no dijo que iba a derribar el templo, y no lo pudo reedificar en aquel momento. Sí que era Hijo de Dios, pero no pudo descender de la cruz, porque el Padre lo puso allí. La calumnia con un poco de verdad hace mucho daño. El desprecio es doloroso. Y la burla cala hondo.
“Los fariseos y los ancianos decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar: si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho; soy Hijo de Dios” (Mat. 27:41-43). Ni atisbo de compasión, sino un sádico deleite en verlo sufrir. Estas palabras inspiradas en el mismo infierno al ver a Jesús indefenso en su agonía penetraban como espadas en el corazón sensible de Jesús.
Al justo Job agonizando en su dolor las palabras del enemigo de su alma intensificaban su dolor. Le acusaron de “ir en compañía con los que hacen inequidad, y andar con hombres malos” (34:8), una mentira vil; y de decir: “De nada servirá al hombre el conformar su voluntad a Dios” (34:9). Imposible que Job, que había pasado su vida conformando su voluntad a la de Dios, dijese esto, y ahora, en la misma voluntad de Dios estaba sufriendo, pero no lo sabía. Había llegado a ser semejante a Cristo en su muerte. Estaba llevando en su carne el vituperio de Cristo, “los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí. Lloré afligiendo con ayuno mi alma, y esto me ha sido por afrenta. Puse además cilicio por mi vestido, y vine a serles por proverbio. Hablaban contra mí los que se sentaban a la puerta (los líderes del pueblo), y me zaherían en sus canciones los bebedores” (Salmo 69:9-12). El salmista habla así proféticamente del Señor Jesús: “El escarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado. Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo” (Salmo 69:20). Esta está siendo la experiencia de Job.
Cual buitre al devorar al mal herido y moribundo, descendieron las palabras de emisario del enemigo sobre el indefenso Job. Refiriéndose a Job, Eliú dice: “Como a malos (Dios) los herirá en lugar donde sean vistos; por cuanto así se apartaron de él, y no consideraron ninguno de sus caminos, haciendo venir delante de él el clamor del pobre, y que oiga el clamor de los necesitados” (34:26-28). Eliú acusa Job de ser malo, de no ir por los caminos de Dios y de no atender a las necesidades de los pobres siendo la verdad justo la contraria. Lo acusa de no hablar con sabiduría, y de no tener entendimiento y añade: “A su pecado añadió rebeldía… y contra Dios multiplica sus palabras” (34:37). ¡Y continuará!
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