«El que anda en tinieblas y carece de luz, confié en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios» (Isaías 50:10).
¿Entiendes todo lo que te ha pasado en la vida? ¿Entiendes el significado de todo, por qué te ha pasado esto y aquello, por qué Dios ha permitido las cosas que ha permitido, qué sentido tienen? Pasan cosas muy tremendas y luchamos para encajarles en nuestro sistema. Hay algunas tan gordas que nos cuesta creer que ha sido Dios el que los ha permitido. Luchamos. Dudamos. Damos vueltas a las cosas. Cuando estas cosas pasan, y pasaran, lo que tenemos que hacer según este texto que tenemos delante son dos cosas: confiar en Dios y apoyarnos en Él. Confiar y apoyar. Confiar en Dios significa que no dudemos de su amor y bondad. Es reconocer que todo lo que permite, lo hace para bien. Es decir que todo tiene sentido en su plan. Y apoyarnos en Él es sacar nuestra fuerza de Él, no de otra persona. Si el Señor nos da amigos y hermanos para estar a nuestro lado, esta es una bendición muy grande, pero no sacamos fuerzas de ellos, sino del Señor. Miramos a Él para tener la ayuda necesaria para vivir aquello que tenemos que vivir. Él puede mandar ayuda humana, pero reconocemos que esta ayuda ha venido de Él y a Él le damos las gracias.
Notemos que el que nos está dando este «consejo» es el siervo de Dios, su siervo por excelencia, el Señor Jesucristo. El contexto es la profecía de lo que el Señor Jesús tendría que pasar para llevar a cabo la voluntad de su Padre. Le esperaba desprecio humano, injurias, esputos en la cara y finalmente la Cruz (v.6), y dos veces dice que confía en que Dios le ayudará (vs. 7 y 9). Y luego nos insta a hacer lo mismo, a confiar en Dios y apoyarnos en Él, siguiendo su propio ejemplo, cuando nos encontramos en la oscuridad. Esta oscuridad le llegó a Jesús cuando colgaba en la Cruz y Él clamó a Dios y, aunque no tuvo respuesta (Salmo 22:1-3), seguía confiando en Dios y apoyándose en Él.
Nuestro texto continúa diciéndonos lo que no debemos hacer en la confusión y la oscuridad de no comprender donde está Dios y qué nos está pasando. Lo que no debemos hacer es fabricar nuestra propia luz: «He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y os rodeáis de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados» (v. 11). Esto significa que hay una maldición para la persona que se basta con su propia luz, es la de morir en dolor. No podemos aliviar nuestro dolor con nuestros razonamientos, intentando explicarnos todas las cosas. Esto de dar vueltas a la cosas buscando comprender aquello que no nos ha sido revelado es inútil y dañino. No soluciona nada. Nos agota mentalmente. Podemos sacar conclusiones erróneas acerca de Dios y sus propósitos. La única luz que podemos tener es la que viene de Dios y vendrá cuando Él nos la da, y no antes. Hemos de esperar en la oscuridad, confiando en Él y apoyándonos en Él. Y vendrá la luz cuando Dios nos la envíe. Él es nuestra luz y no buscamos luz fuera de Él. Un día daremos gracias a Dios por la oscuridad, pero ahora vamos a confiar en Dios y apoyarnos en Él.
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