LOS JUSTOS SUFREN

¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer?” (Job 25:4).
 
Lectura: Job 25:5, 6.
 
El argumento de los amigos de Job es que él está siendo castigado por Dios a causa de su pecado. Job contesta diciendo que muchas veces sufren los inocentes. El mundo entero está lleno de ejemplos de ello y él no es ninguna excepción. Bildad responde que nadie es justo delante de Dios, que no hay justo, ni aun uno. Job sabe que no es perfecto, pero que no está siendo castigado por Dios. También sabe que los justos sufren y sabe que su sufrimiento no es un castigo. Hay sufrimientos que son castigos y los hay que no lo son. Sus sufrimientos no prueban ni refutan nada de él. Los amigos no han podido convencer a Job de nada, ni mostrar nada acerca de él. 
 
Lo que queda patente es que Dios es soberano y el hombre no entiende sus caminos. El hombre observa las obras de Dios en la naturaleza, ve su grandeza en todo cuanto existe, pero la revelación de Dios es muy incompleta. Dios “cuelga la tierra sobre nada. Ata las aguas en sus nubes, y las nubes no se rompen debajo de ella” (26:7, 8). Toda la naturaleza nos maravilla, pero, como dice Job: “He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡y cuán leve es el susurro que hemos oído de él” (26:14). Cuatros hombres sentados en el suelo analizando lo que saben de Dios, intentando comprender sus juicios, y el porqué que está escondido detrás de lo que ocurre, no llegan a ninguna parte. Las conclusiones que los amigos de Job sacan están equivocadas. Juzgan incorrectamente a Job y no han entendido a Dios.
 
Job tampoco entiende lo que le está pasando, pero lo que entiende de Dios sí que está en lo cierto. ¿Por qué no se lo explica Dios? Porque la prueba consiste en no entender. Si Dios le explicase todo, no habría prueba. Job no entiende, pero dice una cosa muy hermosa: “Todo el tiempo que mi alma está en mí, y haya hálito de Dios en mis narices, mis labios no hablarán iniquidad” (27:4). Y Job guardó su promesa. Llegó a decir cosas muy fuertes, pero ninguna de ellas era pecado. No pecó con su boca. Job mantuvo su integridad todo el tiempo que duró su sufrimiento. No se puede decir lo mismo de sus amigos. Lo que Job no hizo fue ceder ante la presión de ellos. Habría mentido si dijese que él fuera injusto: “Nunca tal acontezca que yo os justifique; hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad. Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días” (27:5, 6). 
 
Una cosa que podemos aprender de los amigos de Job es no juzgar a una persona que está sufriendo y así aumentar su sufrimiento, dándole una explicación semejante a la de estos tres hombres. Cuando alguien está postrado en cama y lo aleccionamos acerca de su pecado, cuando lo acusamos de haber traído este sufrimiento sobre sí mismo por el mal que ha hecho, somos como estos amigos. Jesús no lo hacía. Tuvo compasión de los que sufrían y los ayudaba, aunque fuesen culpables. Los discípulos querían saber quién había pecado, el hombre que nació ciego o sus padres para traerle esta desgracia. Jesús lo sanó.      

Copyright © 2022 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.